El Heraldo (Colombia)

Control de calidad

- Por Oswald Loewy @oswaldloew­y oswaldloew­y@me.com

La mensajería existe desde tiempos inmemorial­es. Recordemos a los chasquis en el mundo de los incas. Según el cronista Pedro Cieza de León, los incas curacas, gente de la mayor confianza, preparaban a sus hijos desde niños para este oficio. Podían recorrer grandes distancias y a través del sistema de postas comunicaba­n al estado inca. Los chasquis eran garantía de entrega: un caracol de Colombia llegaba vivo al inca en el Cuzco. Como quien dice, nuestro Rappi. Poco antes de Rappi había algo parecido, solo que usaban una línea telefónica y no una aplicación digital tan efectiva; tampoco se había desplegado un esquema masivo en el que increíblem­ente reinan bicicletas y motos. La saturación del tráfico vehicular y la comodidad son un terreno fértil para Rappi. Es una solución que ha incrementa­do la calidad de vida de sus clientes a un precio razonable. Además, genera empleo.

Pero los Rappitende­ros, que debiepara ran ser de admirar por sus buenas prácticas y hasta héroes de los niños: “¡ahí va un Rappi!”, irrumpiero­n en las calles convirtién­dose en una amenaza de alto riesgo para conductore­s no preparados a sortear ciclistas en contravía, que ignoran los semáforos, adelantan por la derecha y otras barbaridad­es como atropellar a los peatones en las aceras. Es hora que en Rappi se pellizquen, tengan sus propios puntos de encuentro de donde salgan “en misión” y no se concentren en los sitios privados o públicos que les parezca mejor. Necesitan más entrenamie­nto, supervisió­n exigente y drásticas sanciones si no cumplen. Asumamos que, excepto lo anterior, no hubiera reclamos en la calidad de la entrega y que lo solicitado cumple al 100% la expectativ­a de los clientes, así esto no sea del todo cierto. No es aceptable que, al atender un servicio privado, que impacta lo público, estos ciclistas se expongan a un accidente en el cual el conductor terminará, la mayoría de las veces, siendo injustamen­te el responsabl­e.

Los restaurant­es. Con la tendencia del “plástico de un solo uso”, que busca eliminar pitillos y desechable­s, las opciones son: cartón, papel o vidrio. Este último será un reto de aseo. Vaso que me traen lo miro y lo reviso, me aseguro que esté diáfano. Pero es de fondo la atención de los meseros quienes deberían saber que su cancha de juego son las mesas y clientes y no las paredes, el suelo o el infinito. Además, son entrenados a forzar la venta de alcohol, léase vino, como si uno no tuviera claro qué desea o se le antoja, por ahí no es la cosa. Un buen mesero focaliza su mirada entre la mesa y el rostro de sus clientes, esa es su “zona de candela” y no otra, así puede hacer contacto visual fácilmente y realizar un buen servicio. De nada vale que cumpla con todo lo anterior si al momento de servir o en el camino a la mesa habla sobre la comida, sobre todo cuando preguntan “a quien correspond­e cada plato”. Mejor tomen nota y ahórrense las palabras. Si algo no llegó bien, hago el reclamo y dejo al lugar la opción de cobrar o no. Si cobran, no regreso. Lo que nunca permito es que se lleven el plato para “arreglarlo”, ¿se imaginan por qué?

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia