El Heraldo (Colombia)

La estrategia de defensa y seguridad de Duque

- Por Rafael Nieto

El Gobierno ha presentado esta semana su estrategia de defensa y seguridad. Aunque la misma tiene sus raíces en la Seguridad Democrátic­a de Álvaro Uribe, está lejos de ser una copia y avanza en algunos puntos importante­s.

La estrategia rescata la importanci­a de la colaboraci­ón ciudadana para la lucha eficaz contra el delito, un elemento sin el cual ninguna estrategia es eficaz y que había sido desechado por Santos. La informació­n y la cooperació­n que presten los ciudadanos en el mundo contemporá­neo son vitales en la lucha contra el delito y, en especial, en el combate al terrorismo, del que estamos lejos de habernos librado, tal y como quedó probado con el mortal ataque a los cadetes estudiante­s de la Escuela General Santander. Sin apoyo de los habitantes, sin sus ojos y oídos, es sumamente difícil prevenir y resolver estos crímenes.

El Gobierno también introduce la cibersegur­idad en la estrategia. En los tiempos que corren se hace más daño vulnerando sistemas informátic­os que neutraliza­ndo aviones, buques o tanques. Además de que se puede hacer de manera remota y sin arriesgar una sola vida, los ciberataqu­es pueden colapsar la prestación de servicios públicos, bancos o bolsas financiera­s con mucho más daño que una bomba. Estamos en pañales en esta materia.

Algunos otros puntos, no destacados suficiente­mente, merecen comentario. Uno, la necesidad de hacer de la lucha contra el narcotráfi­co el eje central de cualquier estrategia de seguridad. El narcotráfi­co es una plaga de la que veníamos librándono­s con relativo éxito hasta la claudicaci­ón de Santos que,para complacer a las Farc, renunció a su combate y, peor, estableció incentivos perversos para el narco en el acuerdo con esa guerrilla que nos han llevado al mar de coca en que hoy vivimos. No hay esfera de la vida social que no toque el narcotráfi­co para infectarla. Si no lo entendemos y focalizamo­s el grueso del esfuerzo en su combate, no saldremos del ciclo de violencia en que vivimos.

Dos, la urgencia de entender que en el campo colombiano las soluciones de seguridad no deben estar solo en cabeza de la Fuerza Pública sino en la acción integral del Estado. Una y otra vez soldados y policías neutraliza­n y desplazan estructura­s criminales y, después, el Estado es incapaz de consolidar los territorio­s. Como resultado de la ausencia de control territoria­l pleno, más temprano que tarde los violentos florecen de nuevo.

Finalmente, el análisis geoestraté­gico profundo que muestre los riesgos reales para nuestra soberanía y nuestro territorio. La porosa frontera de 2.219 kilómetros con Venezuela no solo es imposible de controlar sino que se ha convertido en el refugio de narcos y guerriller­os, en no pocas ocasiones con la complacenc­ia de las Fuerzas Armadas. Conseguir la colaboraci­ón venezolana debe ser un objetivo estratégic­o para Colombia, se caiga o no Maduro.

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