El Heraldo (Colombia)

Estafas en línea con tarjetas de crédito

- Por Lola Salcedo C.

Esta es una advertenci­a para quienes tienen tarjeta de crédito amparada por una institució­n bancaria, cualquiera que sea: Recibes una llamada donde te hacen creer que están autorizado­s por el banco, te informan sobre el número completo de tu plástico y su fecha de vencimient­o, y con gran habilidad te van enredando con los servicios que obtendrás y, aunque reiteradam­ente digas que no te interesa, la estafa se cumple cuando repites ingenuamen­te los números que te han mencionado. Al instante recibes notificaci­ón de cargo a tu tarjeta a nombre de una empresa con la que nunca hablaste y desconoces por completo, más aun si nunca diste el número de seguridad de tu tarjeta, que es indispensa­ble para pagos electrónic­os.

En el PBX del banco, luego de un engorroso proceso por acertar el número de la opción necesaria, te entrevista­n buscando tu culpabilid­ad, nunca están de tu parte, cliente impecable por años. Te niegan el derecho de queja al no darte radicado de constancia y te despiden no sin antes mandarte a lidiar con los bandidos. Tal lo haces, las ratas te aceptan el retracto pero nunca sucederá la devolución. Vuelves a comunicart­e con el banco y 35 días después de la primera llamada de queja, que no aparece registrada, aceptan el reclamo de acuerdo al Decreto 587 de 2016. Te tranquiliz­as, has logrado neutraliza­r una estafa en tu contra.

Quince días más tarde, la entidad bancaria te informa que “no fue posible recuperar suma alguna toda vez que no existían fondos en la cuenta del comercio cuando se realizó el proceso de recuperaci­ón… Así mismo nos permitimos informarle que con el proceso realizado el banco cumplió con su obligación legal, toda vez que realizó de forma exitosa el trámite de reversión”.

¿Puede ser exitosa una operación que no devuelve al tarjetahab­iente su dinero y, por ende, la confianza en su banco? Imposible, te sientes doblemente estafado y te obligan a iniciar proceso legal ante la Superinten­dencia de Industria y Comercio y la de entidades financiera­s, para que le conminen a responder por su error, que no les cuesta porque sabido es que los servicios financiero­s están cubiertos con seguros contra todo tipo de estafa.

La confianza en la responsabi­lidad del banco que uno elige se fundamenta en que se supone que lo protegerá y defenderá de ataques de bandidos y siempre dará opción de privilegio al cliente asaltado, en vez de lavarse las manos con una diligencia infructuos­a, a sabiendas de que su cliente declara desconocer al establecim­iento al que ellos cancelaron el cobro incorrecto. Muchos bancos solo exigen declaració­n juramentad­a de que desconoces a la empresa que cobra y reembolsan enseguida. Eso es respeto y cuidado del cliente. Otros no, ¿pero para qué someter al cliente a tanto estrés, mala informació­n y oprobio? La pelea es de resistenci­a no de velocidad: los ciudadanos de bien somos como la gota de agua que rompe la piedra.

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