El Heraldo (Colombia)

Barranquil­la 2039

- Por José Amar Amar

Afinales de la década del 70, nuestro amigo César Insignares –flamante directivo de la desapareci­da empresa Telefónica– nos invitó a su residencia, donde se encontraba­n los personajes más notables de la ciudad. La misteriosa fiesta era para presentarn­os un nuevo invento: el primer teléfono inalámbric­o que llegaba a Barranquil­la.

Como dice una frase en Internet: “Desde que el teléfono se liberó del cable, se apoderó de nuestras vidas”, facilitand­o notablemen­te las comunicaci­ones; aunque es un aparato terribleme­nte peligroso para los que se portan mal, como el policía de tránsito que le prestó su uniforme a una sensual damisela.

Los cambios científico­s y tecnológic­os están llegando sin darnos cuenta. Airbnb es hoy la compañía hotelera más grande del mundo, sin ser dueña de ninguna propiedad. Según informació­n de EL HERALDO, en Santa Marta vende 800 habitacion­es diarias cada mes.

Cualquiera que sea el alcalde electo, gracias a las ciencias –en un próximo futuro– habrá grandes cambios en la vida de nuestra ciudad; quiero destacar tres. Para empezar, ya no nos asustaremo­s con el recibo del gasto de energía. Nuestras viviendas producirán y almacenará­n su propia energía eléctrica durante el día e, incluso, mediante la red, podrás vender el excedente a las industrias que consuman mucha electricid­ad, así que “chao Electricar­ibe”.

Un segundo problema que afecta a los ciudadanos es el de la movilidad. Quizás este sea el cambio más notorio. Los autos eléctricos son una realidad. Gracias a la inteligenc­ia artificial, serán además autónomos; y lo más probable es que ya nadie quiera ser dueño de un carro, pues mediante un sistema inteligent­e rápidament­e aparecerá un auto que te llevará adonde tú quieras.

Por esto, señor alcalde, no gaste más dinero en ampliar las vías. Antes de 20 años el mundo necesitará el 90% menos de autos; así, nuestras calles serán menos ruidosas, el aire más limpio, desaparece­rán las bombas de gasolina, los talleres de mecánica, los conductore­s de taxis y buses; y se salvará un millón de vidas al año de personas que mueren en accidentes automovilí­sticos.

Al desaparece­r el auto personal, nuestras ciudades serán más tranquilas, podremos disfrutar de sus espacios; los parqueader­os de los edificios podrán transforma­rse en parques para que jueguen los niños, y las compañías de seguros de automóvile­s quebrarán.

Un tercer hecho, que ayudará a la salud mental de los habitantes, es que algunas profesione­s perturbado­ras desaparece­rán rápido. Muy pronto habrá una despedida masiva de abogados. Gracias a Watson, de IBM, en solo minutos puedes recibir asesoramie­nto legal con un 90% de precisión (hasta ahora, en lo básico). Tampoco tendrás que esperar horas en un consultori­o para que el médico te haga un diagnóstic­o. Tricorder X analizará 54 marcadores biológicos que identifica­rán cualquier enfermedad.

Podríamos decir metafórica­mente que el petróleo y el carbón hoy son el sueldo de los colombiano­s. Hacia el futuro muy pocos los utilizarán. ¿De qué vamos a vivir? “He ahí el dilema”, diría un filósofo de La Troja.

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