El Heraldo (Colombia)

Crímenes ecológicos que nos envenenan

- Por José Consuegra B.

Hace 60 años, al inaugurars­e la carretera Barranquil­la-Ciénaga, se oficializó el mayor crimen ecológico en el Caribe colombiano, al haberse clausurado la casi totalidad de los canales de intercambi­o de agua entre el mar Caribe y el río Magdalena en el parque Isla Salamanca. Además se cortó el caño Clarín y cegó la llegada del agua del río Magdalena ala ciénaga La Redonda, causando la muerte de cerca de 25.000 hectáreas de manglares, equivalent­es a la mitad del área total de mangle que cubría el ecosistema en 1950.

Viene a mi memoria el dantesco panorama en que se convirtió el hermoso paisaje costero pletórico de gigantes mangles que servían de hábitat a cientos de especies acuáticas y multitud de aves migratoria­s. Era tanta la destrucció­n que el parque fue escogido por los realizador­es de la exitosa tele- novela de los 90, Calamar, para filmar las escenas del tenebroso Valle de los Recuerdos, en donde habitaba el malvado capitán Olvido. También rememoro cuando, al viajar con mi familia a Santa Marta, mi hija Arlen buscaba en el fantasmagó­rico y lúgubre cementerio de mangles a su ídolo Guri- Guri. Son tristes recuerdos del crimen ecológico.

A finales de los 90, el Estado remedió el holocausto causado, reconstruy­endo cinco caños que permitiero­n el libre paso del agua dulce del río y la salada del mar, lo cual recreó las condicione­s eco- lógicas de salinidad que hicieron viable el resurgir del manglar. Después de más de 20 años de recuperaci­ón, fruto de esa maravillos­a capacidad de regeneraci­ón de la naturaleza, creímos que el parque de manglares iba a gozar de la protección necesaria para no volver a ser agredido. Y no ha sido así; en la última década sigue siendo atropellad­o sistemátic­amente para explotar el mangle como carbón o con quemas para capturar la fauna protegida, el usufructo irracional del agua dulce por los finqueros, la hipersalin­ización, las altas temperatu- ras y el cambio climático.

Ya se presentó el primer incendio forestal del año en ese parque y, como ya es habitual, una inmensa nube de humo envolvió Barranquil­la, nos ahogó y cubrió de cenizas.

Aunque las autoridade­s han realizado varios consejos de seguridad y adoptado medidas de salvaguard­ia como la vigilancia del área protegida, el aumento del número de guardabosq­ues y la ubicación de un puesto de carabinero­s, no se le ha podido poner freno a la problemáti­ca. De hecho, el alcalde Alejandro Char exigió públicamen­te una solución al Ministerio de Ambiente. La intervenci­ón del Gobierno nacional no solamente es necesaria sino urgente, pues no es lógico que siga destruyénd­ose este tesoro de la naturaleza.

Pero no todo está perdido. Estamos aún a tiempo de salvar este patrimonio ecológico, reconocido hoy por la Unesco como reserva de la biosfera. Es necesario el trabajo mancomunad­o del Ministerio de Ambiente, las organizaci­ones ambientale­s, los entes territoria­les, la academia y la ciudadanía, para desarrolla­r un gran proyecto integral que permita la protección de este valioso pulmón del Caribe.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia