Oportunidad de oro
El atentado contra la Universidad del Atlántico, perpetrado la semana pasada, es una demostración de la irracionalidad y el odio que nos rodea. Independientemente de ser justificadas o no las razones de la protesta, ¿quién en su sano juicio puede creer que la de lograr sus objetivos es quemando la rectoría o dañado las instalaciones de una universidad?
Para que una protesta logre cumplir con su cometido es necesario el apoyo de un número considerable de personas a la causa y obtener la ventaja moral. Esto lo entendió Mahatma Gandhi cuando lideró el movimiento independentista Indio, a través de la desobediencia civil no violenta. No fue solo la imposibilidad de protestar de otro modo lo que lo llevó a dar su batalla de esa manera, fue entender que, al jugar sucio, le brindas argumentos suficientes a tu contrincante para deslegitimarte, y es ahí, cuando antes de comenzar tu protesta, perdiste la batalla.
En este caso hay dos formas de entender lo sucedido: o los perpetradores del atentado son malos estrategas, ya que si el objetivo era buscar la destitución del rector esta circunstancia genera una cortina de humo que esconde tal pretensión, y si era buscar más recursos públicos para la universidad, ahora estos tendrán que gastarse arreglando lo dañado o, más bien, el único objetivo de ellos es la anarquía; solo quieren la destrucción de todo. No están interesados en la democracia, ni la paz, ni la educación, porque si lo estuvieran comprenderían que la mejor forma de enseñar es con el ejemplo. Me oriento más por la segunda.
Más preocupante aún es cómo el pensamiento de izquierda, que defiende los derechos de las minorías y el fortalecimiento de las libertades, se encuentra secuestrado por unos cuantos que borran con una mano lo que con la otra han logrado. Es aquí donde el silencio preocupa. Todos los estudiantes de la Universidad del Atlántico, sin excepción, deberían salir a marchar en contra de estos actos, demostrando su desacuerdo absoluto con la violencia, y a su vez demostrar que creen en la educación, en la paz y en el poder de las ideas. Sin tapujos, demostrar que son más los buenos que los malos, como estoy seguro son.
Existe una gran oportunidad en este escenario. Más allá de las denuncias penales o procedimientos disciplinarios a los que pueda conllevar el acto, una manifestación unánime demostraría que más allá de la filiación política, es el momento de construir un conjunto de valores compartidos que incluyan la tolerancia y el respeto por la disidencia.
Defender la Universidad del Atlántico es un imperativo, y no me refiero a un centenar de policías defendiendo las instalaciones físicas de la misma, hablo de los valores que ella representa, y que está en las manos de los estudiantes y de la verdadera izquierda hacer de esta desafortunada situación una oportunidad única para avanzar en la construcción de país.