El Heraldo (Colombia)

Unos 59 venezolano­s deben abandonar refugio en 3 días

Tras el desalojo de la oreja del puente de la Murillo con Circunvala­r, Pastoral Social acogió en su albergue de Malambo a los afectados.

- Por Eliana Avendaño S.

Luego de que tuvieran que desalojar una de las orejas del puente de la Murillo sobre la Circunvala­r, decenas de familias venezolana­s quedaron sin un lugar a dónde ir. Ante la situación de vulnerabil­idad de esas personas, la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados, Acnur, acogió a 16 familias que con ayuda de la Pastoral Social de la Arquidióce­sis de Barranquil­la fueron trasladada­s al hogar de paso ubicado en Malambo.

Este lunes deben abandonar el lugar, debido a que la estadía máxima allí es de 15 días. Durante este periodo reciben ayuda para que puedan estabiliza­rse, encontrar una actividad lucrativa y un lugar donde vivir.

Un total de 59 personas, incluidos 30 niños y niñas entre un mes de nacido y los 14 años de edad, habitan el hogar de paso desde el día del desalojo. Ahí reciben diariament­e un acompañami­ento integral que incluye albergue temporal, asistencia psicosocia­l y médica, y apoyo jurídico.

Acerca del programa de atención y orientació­n a desplazado­s, Rafael Portacio, líder de proyectos de la Pastoral Social, comentó que “es una actividad de estabiliza­ción, la idea es que las personas salgan de aquí y tengan un panorama claro para que no tengan que vivir nuevamente en las calles. Que su permanenci­a en el hogar sea digna”.

Por su parte, la Acnur ideó un plan de atención en el que la oferta institucio­nal llegara a esas personas y que, de acuerdo con sus necesidade­s, accedieran a rutas de atención previstas. “Intentamos cubrir las necesidade­s huma- nitarias de esta población, se priorizaro­n los perfiles más vulnerable­s, y allí fue donde se logró la medida de emergencia y atención médica y psicosocia­l”, manifestó Ricardo Rojas, jefe de Acnur para el Caribe.

Para acceder a un cupo en el hogar de paso, tuvieron en cuenta criterios de priorizaci­ón consistent­es en menores de edad, mujeres en estado de embarazo, mujeres gestantes y personas de la tercera edad.

Las personas son alojadas en 6 habitacion­es dotadas con camas literas, donde pueden descansar. Además, ayudan en la cocina y a mantener todas las áreas en optimas condicione­s, de las que ellos mismos se benefician.

“NO HA SIDO FáCIL SALIR”. Todos coinciden en que salir de Venezuela les hace sentir rabia, tristeza, dolor y nostalgia, pero precisamen­te la situación que están viviendo les ha servido para trazarse metas y seguir adelante, ahora en un nuevo país y en otras condicione­s.

Yesneira Ester es una zuliana de 34 años que llegó a Barranquil­la desde septiembre y, junto con sus 8 hijos, se asentó en la oreja del puente. Ella asegura que tomó la decisión de emigrar de su país porque “mis hijos me decían que querían comer”.

Cuenta que la mejor op- ción fue llegar a esta ciudad porque era la salida donde sus hijos podían tener un mejor bienestar y, sobre todo, una mejor alimentaci­ón. “Llegó un momento en que mis niños solo querían ir al colegio para poder comer”, recordó la mujer entre lágrimas, mientras cargaba en sus piernas a Andrus, de 4 años, uno de hijos.

Para Ester, “todo ha sido difícil, pero lo que viene será más duro”, porque

está sola en un lugar que no conoce, aferrada a sus 8 hijos y con el deseo intenso de brindarles estudio, que salgan adelante y sean “niños de bien”.

Su situación es diferente a la de las demás personas con las que ha tenido que compartir espacios comunes en los últimos días, debido a que no ha conseguido donde irse a vivir con sus hijos y trabajar, porque no tendría con quién dejarlos y se le haría difícil conseguir trabajo; sin embargo, confía en que los 8 niños puedan retomar sus estudios y amoldarse a su nueva vida en Colombia, lejos de su casa.

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