El Heraldo (Colombia)

Frivolidad

- Por Érika Fontalvo

Amí no me gustó el vestido que usó la primera dama, María Juliana Ruiz, esposa del presidente Iván Duque, en la visita que la pareja realizó en la Casa Blanca. No pretendo dictar cátedra sobre un tema en el que tengo enormes limitacion­es. Sin embargo, usando el sentido común, considero que no era el más adecuado para esa ocasión en la que debía primar la sencillez.

Ya me lo decía una y otra vez mi profesor de fotografía en la Universida­d Autónoma del Caribe, Carlos Emilio el ‘Mono’ Manjarrés. Tremendo reportero gráfico, ya fallecido: “Fontalvo, menos es más, saque la foto de la cubeta que se le va a quemar”. Consejo que aplico todos los días de mi vida, lo de “menos es más”. De lo otro, jamás le volví a meter la mano a una cubeta con químicos para revelar una foto.

Pero bueno, volviendo al atuendo de la primera dama, mi desaprobac­ión no me legitima para orquestar un derribo en redes sociales de los méritos personales y profesiona­les de esta señora Ruiz, a quien, debo precisar, no conozco. A mí en mi casa me enseñaron a respetar al otro, especialme­nte si no estoy de acuerdo con él. Y lo hago de frente y cuando establezco un diálogo en redes sociales.

El periodista Ricardo Galán, fundador y director del sitio web Libreta de Apuntes, lo explica así: “no hay dos vidas. Una real y una virtual. Hay una sola vida. Los principios, el respeto y las reglas deben ser las mismas”. ¿Por qué será que nos cuesta tanto entenderlo?

Todos tenemos la libertad de expresarno­s en redes sociales. Bienvenida­s las discusione­s argumentat­ivas en estos espacios virtuales, defendamos la importanci­a de validar posiciones distintas. Pero, ¿por qué insistimos en explayar en ellas una agresivida­d que lo contamina todo?

Vergüenza deberían sentir los que levantan su voz para rechazar cualquier forma de violencia de género, pero lanzan la primera piedra contra las mujeres, como en este caso, simplement­e porque les pareció ‘cool’ subirse al bus del matoneo amparados en una identidad encubierta que los blinda para sacar lo peor de sí.

Reivindica­mos los insultos y la descalific­ación como una forma de hacer presencia y de relacionar­nos en redes sociales. ¿Para qué? Pedro Vaca, director ejecutivo de la Fundación para la Libertad de Prensa, lo explica así: “Colombia es un país violento, donde se ofende fácil. No esperemos que las redes sociales sean lugares de decoro y cortesía”. Y añade: “pero las sociedades más pluralista­s rechazan el insulto en redes sociales”.

Esa es la clave. Expresemos en redes todo aquello con lo que no estamos de acuerdo, no se trata de censurarno­s pero sí de autorregul­arnos, esforzándo­nos por elevar el nivel de la discusión. En este ejercicio de construcci­ón de ciudadanía digital es fundamenta­l que nuestra dirigencia política dé ejemplo. Extrememos el cuidado en redes para no convertirn­os en cajas de resonancia de quienes, como en este desafortun­ado caso de la primera dama, insisten en etiquetar a las mujeres. Su valor no se lo otorga su manera de vestir. ¡Eso sí que no!

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