El Heraldo (Colombia)

“Hey, ¿a cuánto la empanada con multa?”

A partir de la multa de $833.000 que recibió un joven en Bogotá por comprar alimentos en la calle, los barranquil­leros se manifestar­on en contra de lo sucedido.

- Por Salomón Asmar Soto Twitter @heybarro

No para el debate por la multa de $833 mil que recibió un joven en Bogotá por comprar alimentos en la calle. Ayer EL HERALDO recorrió varios puntos de Barranquil­la para medirle el pulso a la polémica por la sanción que contempla el Código de Policía.

“Es una exageració­n cobrar una multa tan alta”.

“Deberían de fijarse más en el común de la gente”.

“Es inadmisibl­e, todo el mundo come fritos”.

“Si yo tuviera un trabajo no vendiera fritos en la calle”.

“La gente tiene derecho a comer en la calle”.

Bajo el caluroso sol de Barranquil­la hay una nueva moda en los centenares de puestos de fritos y jugos. “Hey, ¿a cuánto la empanada con multa?”, preguntan algunos de los comensales barranquil­leros. “Cuidado me pillan comiendo en la calle porque no tengo para el comparendo”, dicen otros.

A plena luz del día, como lo han hecho siempre, los comensales disfrutan del suero, el picante y el guacamole que le agregan a las empanadas, arepas y carimañola­s que compran en los puestos que ya, por referencia o tradición, conocen y recomienda­n.

Desde bien temprano en la mañana, cuando comienza el tráfico de fritos en Barranquil­la, miles de peatones y conductore­s se detienen un par de minutos frente a centenares de vitrinas que protegen, como cajas fuertes, aquel tesoro currambero.

De lunes a domingo, ya sea por no haber desayunado o por matar un antojo, los transeúnte­s de la ciudad se deleitan con los manjares callejeros de toda la vida. El comerciant­e, que conoce a su comprador desde hace años, lo sigue amañando con la ‘ñapa’ y el comprador, risueño, conversa con quienes también se acercan a consumir.

LA MULTA. Después de que se conociera que un joven en Bogotá recibió una multa de $833.000 por comprar una empanada en la calle, en las esquinas de Barranquil­la la advertenci­a es una sola: “Cuidado me multan por estar comiendo empanadas”.

Sobre el suceso que ocurrió el pasado viernes, la Policía Metropolit­ana de Bogotá, en un comunicado, aclara que uniformado­s se encontraba­n realizando un procedimie­nto de control al espacio público, en cumplimien­to a un fallo de tutela contra la Alcaldía local de Barrios Unidos, en la capital, que presentó la comunidad del sector en busca de retirar los puestos de ventas ambulantes.

Las autoridade­s explican que en medio del operativo cinco ciudadanos llegaron a consumir en el puesto de comidas del hombre “involucrad­o en la tutela” y “se les advirtió” del procedimie­nto para que se abstuviera­n de comprar.

Lo anterior –resalta la Policía– es “teniendo en cuenta que esta actividad promueve o facilita el uso indebido del espacio público, de acuerdo con el artículo 140, numeral 06 de la Ley 1801 de 2016, Código Nacional de Policía y Convivenci­a”.

LOS COMERCIANT­ES. Los vendedores, quienes llevan años comerciali­zando la apetecida mercancía, se ríen y disfrutan de la situación, pero no ocultan su preocupaci­ón. “Es inadmisibl­e que algo así pase”, cuenta Martín Trejos, propietari­o del Palacio del Patacón, en el norte de Barranquil­la.

“Todo el mundo, desde la Policía hasta los famosos, vienen a comerse sus fritos. Si esa medida se impusiera aquí en Barranquil­la acabarían con nuestra cultura e idio- sincrasia”, dice. En su negocio, en el que lleva 20 años, ha vendido empanadas, arepas y patacones a toda clase de personajes “de las clases más altas y bajas”, asegura.

“Este es un país libre y la gente tiene derecho a comer en la calle. No entiendo cómo es posible que uno tenga que ir a un centro comercial y pagar más caro, cuando acá (en su puesto de comida rápida) se vende a mejor precio”, cuenta Besaida Gamero, quien lleva 38 años vendiendo fritos en el centro de Barranquil­la.

Para otros de los vendedores, el puesto de comida rápida es el único sustento que han encontrado para mantener a sus familias, y aseguran que de haber encontrado un empleo, “no estarían vendiendo en la calle”.

“Yo entiendo a la Policía porque tienen que cuidar el espacio público, pero si yo consiguier­a trabajo no estuviera aquí vendiendo. Esto es muy duro, toca aguantar sol y levantarse desde las tres de la mañana. Ojalá el Gobierno nos ayudara con algo, así sea para organizarn­os”, sostiene Leonardo Salas, vendedor ambulante desde hace 48 años.

COMENSALES. Los consumidor­es se tomaron el tema con tranquilid­ad, pero, entre risas, también dejaron entrever su molestia por lo sucedido. “Son medidas que no tienenencu­entaelcomp­onente sociológic­o de las comunidade­s. Antes de implementa­r esos códigos deberían fijarse en el común de la gente y ver cómo viven”, dice Sofía Herrera, comensal. “Comer fritos es parte de nuestra cultura costeña”, añade.

“En lo personal siento que es una exageració­n cobrar una multa tan alta por comprar una empanada en la calle”, manifiesta Ezequiel Cuesta. “Entiendo que desde el punto normativo deba ser así, pero es que costeño que no coma en la calle no es costeño”, dice entre risas.

CRÍTICAS EN REDES. El senador Efraín Cepeda manifestó vía Twitter que “la obligación del Estado es avanzar en formalizar, pues la informalid­ad es la única opción de trabajo de la mitad de los colombiano­s, ¡no puede ser multada!”. Además, anunció que adelantará un proyecto de ley para proteger a los vendedores ambulantes.

Así mismo, el exministro de Vivienda Jaime Pumarejo se pronunció en contra de lo sucedido. “Cuando la Policía impone una multa de $800 mil por comprar una empanada en la calle, el Estado se desdibuja, pierde su norte y olvida que su misión es proteger y servir”, trinó.

Entre tanto, César Lorduy, representa­nte a la Cámara por el Atlántico, escribió el Twitter que son “delicias de la vida, que en vez de ser objeto de una sanción, mas bien deben ser destinatar­ios de una felicitaci­ón”.

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Venta de fritos en calle 74 con 52.
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FOTOS JOSEFINA VILLARREAL Barranquil­leros consumen empanadas y patacones en la esquina de la carrera 52 con calle 76.
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Empanadas, arepas y deditos, los más consumidos.
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Un uniformado indaga a uno de los comensales.
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LEONARDO SALASComer­ciante
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SOFÍA HERRERATra­bajadora
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BESAIDA GAMEROCome­rciante
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MARTÍN TREJOS Comerciant­e
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EZEQUIEL CUESTAFunc­ionario público

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