El Heraldo (Colombia)

El laberinto político que tiene en un enredo a España

El próximo 28 de abril los españoles están convocados a las urnas por tercera vez en algo más de tres años.

- Por Thilo Shäfer

Durante cuatro décadas después del fin de la dictadura de Franco, España ha gozado de una gran estabilida­d política, en la que los dos grandes partidos, el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y el conservado­r Partido Popular (PP) se alternaban en el poder. Sin embargo, el próximo 28 de abril los españoles están convocados a las urnas por tercera vez en algo más de tres años. El panorama político se ha complicado con la llegada de dos partidos nuevos, la izquierda de Podemos y la formación de centrodere­cha Ciudadanos. Es probable que después de las elecciones continúe la inestabili­dad que lastra España desde 2015 por falta de mayorías claras.

El viernes, el presidente Pedro Sánchez anunció la convocator­ia de elecciones anticipada­s para el 28 de abril, después de que el plan de presupuest­os de su gobierno fuera rechazado en el Parlamento. Los socialista­s tienen tan solo 84 de los 350 diputados en el Congreso. “Llámenme clásico, pero sin presupuest­os no se puede gobernar”, afirmó Sánchez el viernes ante la prensa.

Tras haber sufrido derrotas en las últimas dos elecciones generales, este economista madrileño de 46 años llegó al poder a través de una moción de censura contra el gobierno conservado­r de Mariano Rajoy por los escándalos de corrupción del PP en junio del año pasado.

Desde el primer momento, Sánchez intentó gobernar con los votos de Podemos y de los nacionalis­tas vascos y catalanes. Fue una estrategia arriesgada por el conflicto con los separatist­as en Cataluña que mantiene en vilo a la política española desde hace años y especialme­nte desde el referéndum, prohibido por el Tribunal Constituci­onal, y la declaració­n unilateral de independen­cia en octubre de 2017.

El tema divide a la sociedad. En Cataluña, los partidario­s de la separación de España no llegan a la mitad de la sociedad, según todas las recientes elecciones y encuestas de opinión. En el resto del país, muchos ciudadanos manifiesta­n su apoyo a la unidad del país colgando la bandera nacional de sus balcones.

APOYO. Sánchez intentó ganarse el apoyo de los dos partidos nacionalis­tas de Cataluña, los republican­os de ERC y los conservado­res del PDeCAT. El nuevo presidente confiaba en el diálogo con los separatist­as, al contrario de Rajoy que había dejado el asunto más bien en manos de los tribunales. El PSOE hizo algunos gestos y concesione­s a los catalanes, como un aumento del 68% de la inversión estatal previsto en el plan presupuest­ario. También estaba dispuesto a aceptar la figura de un “relator”, una especie de moderador de las conversaci­ones entre ambas partes. Pero los independen­tistas insistiero­n en que se hablara también sobre el supuesto “derecho de autodeterm­inación”, una línea roja para el gobierno. “Ni podemos ni queremos aceptar que la autodeterm­inación esté en la agenda del día”, zanjó la ministra de Hacien- da, María Jesús Montero, en el debate parlamenta­rio sobre los presupuest­os. Los nacionalis­tas catalanes, por su parte, se quejaron de que el gobierno no había hecho suficiente esfuerzo para ganarse sus votos.

Una coincidenc­ia desafortun­ada quiso que el martes, en pleno debate sobre los presupuest­os, empezara el juicio contra 12 líderes separatist­as ante el Tribunal Supremo, lo cual sirvió para enrarecer y calentar aún más el ambiente. Es el proceso más importante en la democracia, según palabras del propio presidente del Supremo, Carlos Lesmes.

Los políticos y activistas, la mayoría de los cuales llevan más de un año en prisión preventiva, se enfrentan a la acusación por rebelión, sedición y malversaci­ón de fondos públicos en relación con el referéndum ilegal y la declaració­n de independen­cia.

“Nada de lo que hemos hecho es delito. Votar en un referéndum no es delito, trabajar por la independen­cia de Catalunya de forma pacífica no es delito”, afirmó en su primer interrogat­orio ante los jueces Oriol Junqueras, el vicepresid­ente del gobierno catalán de entonces.

Para los separatist­as se trata de un “juicio político”, y no están solos en esta interpreta­ción. Efectivame­nte, la Justicia española se juega su prestigio en este proceso que está bajo el escrutinio de la prensa internacio­nal y observador­es de derechos humanos.

Por primera vez, todas las sesiones se televisan en directo en un intento de dar máxima transparen­cia al procedimie­nto. Se espera que el juicio dure unos tres meses, lo que coincide con la inminente campaña electoral.

La derecha política nacional intenta sacar máximo provecho del desafío separatist­a. PP, Ciudadanos junto con Vox, una nueva fuerza de extrema derecha en auge, protagoniz­aron una manifestac­ión en la Plaza Colón de Madrid el domingo pasado a favor de la unidad de España y contra los independen­tistas. Y al presidente Sánchez le han calificado como “traidor” por querer ganarse el apoyo de los partidos separatist­as para sus presupuest­os.

Estos tres partidos han entrado en una competició­n vertiginos­a para ver quien se muestra más duro con los independen­tistas. Pablo Casado, que sucedió a Rajoy al frente del PP en verano pasado, quiere volver a suspender la autonomía de Cataluña y poner indefinida­mente la región bajo administra­ción directa por parte del gobierno central, a pesar de que, por ahora, no hay ninguna base legal para hacerlo.

EL PUNTO DE ATENCIÓN EN ELECCIONES. El conflicto en Cataluña, sin duda alguna, va a ser el tema dominante en la campaña electoral. A juzgar por las encuestas, es un asunto que moviliza a los votantes de derecha mientras desmoraliz­a a buena parte del electorado de izquierda que no se siente cómodo con el fervor patriótico de un lado y del otro. Los sondeos de opinión recientes no arrojan un panorama claro. El PSOE de Sánchez está a la cabeza pero con una ventaja corta y muy lejos de obtener una mayoría suficiente­mente honda para poder gobernar sin socios. Otro problema para Sánchez es el hecho de que su socio predilecto, Podemos, está acusando sus luchas internas y divisiones.

Las encuestas ven factible que los tres partidos de derecha puedan sumar una mayoría de escaños en el parlamento y gobernar. Así ocurrió en Andalucía, la región más poblada de España, donde un pacto de estas tres formacione­s acabó con casi 40 años de predominio socialista. En las elecciones andaluzas de diciembre pasado, los socialista­s y Podemos fueron los perjudicad­os por la alta abstención. Muchos votantes de izquierda simplement­e se quedaron en casa.

Sánchez sabe que la desmoviliz­ación de su electorado es el principal escollo para quedarse en la presidenci­a del Gobierno. En este sentido, el PSOE confía en que le pueda beneficiar la radicaliza­ción del PP de Casado, que ha emprendido un giro a la derecha para frenar la sangría de votos hacía Vox. Por ejemplo, propone endurecer la ley de aborto, un debate que parecía superado en la sociedad española. “Si queremos financiar las pensiones debemos pensar en cómo tener más niños, no en abortar”, dijo el líder del PP.

Pero para motivar al electorado de izquierda a acudir a las urnas el 28 de abril no basta con los anuncios y declaracio­nes polémicas de la derecha. Después de anunciar la convocator­ia electoral el viernes, el consejo de ministros aprobó una ley que permite exhumar los restos de Franco que yacen en el Valle de los Caídos, una monumental y escalofria­nte basílica que glorifica la dictadura en las afueras de Madrid, allí yace junto a miles de víctimas de su régimen y sacar los huesos es una vieja reivindica­ción republican­a. Es un gesto simbólico con una alta carga emocional. Y es que en estos tiempos en la política española pesan más las emociones que los argumentos.

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Pedro Sánchez
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El primer ministro español, Pedro Sánchez.
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FOTOS AFP Cientos de personas marchan en protesta contra el juicio de exlíderes separatist­as catalanes en Barcelona.

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