El Heraldo (Colombia)

Para las empanadas de queso

- Gasparemil­io0810@gmail.com

Soy hijo de un albañil y conozco la connotació­n que en el oficio tiene la palabra empanada. Pero también soy hijo de la cultura gastronómi­ca del maíz, que ha promociona­do y facilitado en América Latina la alimentaci­ón humana a base de empanadas: ese crujiente manjar que he disfrutado en Buenos Aires, en Popayán, en ‘Los Pinkys’ vecinos de mi casa o en la esquina de la Catedral Metropolit­ana de Barranquil­la.

Colombia es un país de empanadas, tanto de albañilerí­a como de gastronomí­a. Por ello tanta hilaridad ha causado que agentes de la Policía hayan decidido perseguir la compra de esa delicia, si se adquiere en el sardinel o en la esquina del barrio. No hay derecho a tanto ridículo de uniformado­s como de senadores, que interpreta­n y aplican las normas de convivenci­a ciudadana para perseguir y no educar.

El derecho, como disciplina, es un lenguaje. Un lenguaje para resolver conflictos, no para generarlos. Por eso no comprendo cómo y quiénes enseñan las normas del Código de Policía en las Escuelas, de donde egresaron los oficiales y patrullero­s que decidieron perseguirn­os a los comelones de empanadas en las calles, bajo el absurdo que promovemos y facilitamo­s la invasión del espacio público.

La conducta de la Policía no es legal ni justa. Es una empanada de la albañilerí­a interpreta­tiva de una norma jurídica y cívica: Dar de comer al hambriento. Y como soy “empano-maniático”, declaro mi amor incondicio­nal a ese bocado de la carne por dentro. Y si la Policía necesita un profesor de hermenéuti­ca me ofrezco, con la única paga que me dejen comer mis empanadas de queso. Quedo a su orden, mi General. Gaspar Emilio Hernández

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