Rigor y disciplina
En el marco del recién concluido Carnaval de las Artes, evento fundamental y esfuerzo titánico de la Fundación La Cueva con Heriberto Fiorillo a la cabeza de un entregado y apasionado equipo de trabajo; el periodista, escritor y por algún tiempo profesor Leonardo Haberkorn conversó en amena charla con el colega Farouk Caballero sobre su quehacer periodístico, su obra, su manera de entender la profesión y, por supuesto, sobre las motivaciones que acompañaron su ya célebre carta de renuncia a la docencia, aburrido porque los estudiantes le prestaban más atención a sus teléfonos móviles que a sus palabras.
Haberkorn, prolífico escritor de crónicas y textos periodísticos, algunos de ellos cargados del afecto por su Peñarol del alma y el fútbol en general, comentó que su decisión hecha pública le trajo una fama que no esperaba. Para los que somos profes, confieso que en su momento la carta incomodó por la abdicación ante el deber de educar. El que un grupo de estudiantes se distraiga es, aparte de factores exógenos como la “móvildependencia”, también responsabilidad del profesor. Asumir la parte que nos toca es pilar del compromiso que adquirimos con esos alumnos que se sientan al frente nuestro.
Pasando de eso, lo que Haberkorn plantea es una necesaria reflexión sobre dos aspectos íntimamente ligados en los tiempos que vivimos, y que son por igual las faltas de rigor y de innovación. Rigor porque el dato googleado no puede tomarse como verdad per se. Si la tecnología nos permite ahora acceder a infinitas posibilidades de datos, el rigor obliga a comparar, constatar y reconfirmar. Es más, esas posibilidades de acceso obligan a ser mucho más rigurosos que antes en lo que se afirma o se cita.
Y como el detonante de la charla pasó en un aula de clase, pues al quehacer académico hay que repensarlo. Hace rato los profes dejamos de ser voceros de la verdad revelada. Quedarnos como meros transmisores de resúmenes de libros o diapositivas viejas nos deja como anaqueles cargados de polvo. El aula debe ser espacio para el debate, el compartir de experiencias, la motivación permanente y la guía en el emprender el propio camino. Y lo primero, lo fundamental, es enseñar a dudar.
Esa duda conecta con lo que el Maestro Juan Gossaín le dijo al periodista Antonio Morales en el mismo Carnaval de las Artes: A nada se llega sin disciplina. No basta con tener el talento sino se le disciplina con rigor y con esmero. Talento sin esos ingredientes, no pasan de ser flor de un día. Sin duda alguna, el Maestro Juan sabe de lo que habla. Su diario madrugar con los gallos a leer y escribir en su estudio, con el mismo apetito de la primera vez, lo dejan claro.
Con o sin celulares, perder el rigor no cabe. Negar la mediación de la tecnología y su influencia directa en las formas de aprender y de enseñar, tampoco. Y creer que el talento no necesita de la disciplina, mucho menos. Hasta Wikipedia estaría de acuerdo.