Barbarie justiciera
Los linchamientos de presuntos delincuentes por parte de turbas iracundas están sucediendo con preocupante frecuencia en nuestra región. Hay que actuar con contundencia contra estos actos espontáneos de ‘justicia’.
En el último cuarto del siglo XVIII, un grupo de revolucionarios organizó un tribunal irregular en lo que hoy es el estado de Virginia (EEUU) para castigar a los leales a la Corona británica durante la guerra de la Independencia. Uno de los jueces más connotados de dicho tribunal, que condenó a muerte a numerosos “traidores”, fue Charles Lynch. Este granjero pasó a la historia por dar nombre a la denominada ‘Ley de Lynch’, referida a los tribunales espontáneos que dictan sentencias sin garantías procesales. También de él procede el término ‘linchamiento’, que describe el asesinato de supuestos o reales delincuentes por parte de turbas que se arrogan el derecho de aplicar justicia.
Por supuesto que antes de Charles Lynch había linchamientos. Desde tiempos inmemoriales han existido multitudes enceguecidas por la ira que, en determinadas circunstancias, deciden tomarse la justicia por su propia –y casi siempre virulenta– mano. Lo lamentable es que esas prácticas bárbaras sigan existiendo en nuestros días, como lo acabamos de comprobar ante nuestras propias narices en dos linchamientos ocurrido en las últimas horas en nuestra ciudad. El sábado, vecinos de Las Flores quitaron la vida de un sicario que acababa de matar a un menor. En la madrugada de ayer, una turbamulta asesinó a pedradas a un supuesto ladrón en el barrio Evaristo Sourdís. No es la primera vez que suceden estos incidentes. En ocasiones, por fortuna, la turba no logra su cometido gracias a la intervención de la policía. Pero eso no resta un ápice de gravedad a estas manifestaciones primitivas de pretendida justicia. Estamos convencidos de que estas explosiones colectivas de violencia tienen explicaciones, que los expertos sabrán desentrañar. Puede ser que los vecinos hayan dejado de creer en la eficacia de la justicia ordinaria, o que hayan perdido la paciencia ante el aumento de la inseguridad, o que el estallido de violencia guarde conexión con las duras condiciones socio-económicas que soportan, etc. Todo ello merece, por supuesto, ser analizado. Pero de ningún modo puede servir de justificación para las conductas criminales. La Policía anunció la detención de tres de los participantes en los linchamientos citados, y lo que corresponde ahora es investigarlos, y si es el caso condenarlos, con las garantías procesales que ellos han desdeñado. Ahora bien, el problema no se resolverá a largo plazo –y quizá nunca– aplicando solo métodos coercitivos. Hay que desarrollar una labor pedagógica en los barrios para fomentar la convivencia y el respeto al Estado de derecho. También es preciso mejorar la seguridad preventiva y la calidad de la justicia, así como las condiciones de vida de la población. Lo importante es reducir el caldo de cultivo para las jaurías humanas.
Estas explosiones colectivas de violencia tienes seguramente explicaciones, que los expertos sabrán desentrañar. Pero de ningún modo pueden servir de justificación para conductas criminales.