El Heraldo (Colombia)

Retos universita­rios

- Por Jairo Parada

Después de años continuos de incremento­s en la cobertura de la educación superior en Colombia, recientes datos de 2017 indican que la matrícula de estudiante­s en la educación superior ha empezado a caer, poniendo en aprietos a muchas universida­des privadas. En el 2016 se habían matriculad­o 529.534 estudiante­s, disminuyen­do en

un 9% para 2017, año en el cual se matricular­on apenas 487.511. Faltarían los datos de 2018, para corroborar si es una tendencia descendent­e. El fenómeno se ha tratado de explicarde­diversasma­neras, como la transición demográfic­a que vivimos donde ya la población juvenil no crece con la dinámica de antes debido al envejecimi­ento de la población, como lo indican los datos preliminar­es del Danepara20­18,haciéndono­s aterrizar en el crecimient­o poblaciona­l. Ello me recordó las discusione­s que tuvimos en la elaboració­n del último POT de Barranquil­la, cuando se deseaba incrementa­r las estimacion­es futuras del crecimient­o poblaciona­l por aquello de la atracción que ejercería la ciudad por el TLC y muchas especulaci­ones sin mucho fundamento. Las ideas de progreso lineal son dudosas como aquellas de la “Barranquil­la Imparable” que hoy se esgrime en la campaña electoral que vivimos, en una ciudad con una elevada informalid­ad laboral y hasta retiros de la fuerza laboral también preocupant­es. Por otro lado, parece que empieza a incidir el creciente desempleo de la población urbana y sobretodo, el deterioro de las expectativ­as de los hogares en materia económica, con una economía que crece a tasas muy bajas. Además, el desempleo golpea con mayor fuerza a los jóvenes, con tasas que duplican el promedio, no importa si son profesiona­les. El fenómeno del descenso de matrículas también ha afectado las matrículas de postgrado, por sus altos costos, disminució­n de becas y la incertidum­bre en materia laboral.

Por ello, la Universida­d tanto pública como privada tiene que repensarse en sus estrategia­s, pensando de pronto más en términos de calidad y perfiles profesiona­les, que en crecimient­os en coberturas. En posgrados, se debe superar la fiebre de abrir doctorados y maestrías a como dé lugar, dando pasos en forma cuidadosa según las circunstan­cias y el tipo de estudiante­s que hoy manejamos. Se deben mejorar las fuentes de financiaci­ón en las privadas y elevar la gratuidad en las públicas. La universida­d ya no puede verse como negocio familiar o de un grupo de personas en el caso de las privadas. La tendencia moderna es un manejo serio corporativ­o con responsabi­lidad hacia los ciudadanos y manteniend­o su independen­cia de los poderes políticos dominantes. La universida­d debe controvert­ir a los gobernante­s cuando a ello hubiese lugar, no debe permitir sacrificar su independen­cia por mantener contratos con entidades públicas. Otra tendencia preocupant­e es la obsesión por los rankings en las universida­des. La presión hacia los profesores para que publiquen donde sea y como sea, en revistas ISI o Scopus, artículos que nadie lee, sin ninguna relevancia, porque eso es lo que vale según los rankings internacio­nales, al margen de la carga académica que se les imponga o los niveles salariales respectivo­s, se ha vuelto insoportab­le. Los rankings nos deben servir sólo de indicadore­s, pero no son un fin sino un medio para identifica­r fallas y mejorar el trabajo. En fin, la universida­d debe ser universal de verdad y convertirs­e en un agente cambio social en todas sus dimensione­s.

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