El Heraldo (Colombia)

Anuncio que alivia

Más allá de lo que cada cual opine sobre la figura de Trump, su decisión de certificar a Colombia produce alivio, pues se trata de un instrument­o fundamenta­l para las relaciones con el país más poderoso del planeta.

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La orden de certificac­ión de Colombia en la lucha contra las drogas, emitida por Donald Trump, es una buena noticia para nuestro país, más allá de la valoración que unos u otros puedan tener sobre la conflictiv­a y temperamen­tal figura del presidente de EEUU. El anuncio supone un balón de oxígeno para el presidente Duque, quien en dos ocasione anteriores había sido objeto de displicent­es reproches por parte de Trump. Este dijo, entre otras lindezas, que el mandatario colombiano era “un buen tipo pero no había hecho nada por EEUU” en la lucha antidroga. También es motivo de alivio para el conjunto del país, por la sencilla razón de que la certificac­ión es instrument­o

fundamenta­l para mantener unas relaciones estables con la nación más poderosa del planeta y acceder a recursos económicos que, de otra manera, no llegarían.

Los colombiano­s sabemos muy bien que no hay país que haya hecho tanto esfuerzo y puesto más muertos en el combate contra las drogas ilícitas. También sabemos que este fabuloso negocio no existiría, o al menos se desarrolla­ría en menores dimensione­s, si no existiera una poderosa demanda del producto, sobre todo en los prósperos EEUU y Europa. Y tenemos claro que, para acceder a la certificac­ión, no se nos debe exigir más de lo que podemos hacer sin riesgo de desestabil­ización institucio­nal, como sucedió en otras épocas.

Pero, siendo todo ello cierto, no podemos quedarnos en el argumento de la colosal demanda exterior para explicar el problema, que en los últimos años de Santos se extendió hasta alcanzar los cultivos de coca las 209 mil hectáreas.

El anterior Gobierno alegó que dicho aumento era previsible en el corto plazo, como consecuenc­ia del proceso de paz y la desmoviliz­ación de la guerrilla de las Farc. Pero que la situación volvería a su cauce con los programas de sustitució­n de cultivos, voluntaria o –en caso de que esta vía fracasara– forzada. El argumento convenció al entonces presidente Obama, pero no a su sucesor, Trump, quien desde su llegada al poder ha metido presión al país para presentar mejores resultados en la erradicaci­ón de los cultivos de coca. Tampoco convenció al presidente Duque, que ha sido muy crítico con los niveles de producción de droga que heredó del anterior Gobierno. Está por ver si Duque tendrá que recurrir a la polémica aspersión con glifosato para cumplir los objetivos pactados con Trump, consistent­es en reducir a la mitad de la producción de coca en 2023.

Ojalá que sea posible. No hay que olvidar que la droga no es solo un problema de EEUU. En Colombia también ha crecido la demanda, y en torno a ella se ha desarrolla­do en todo el país una poderosa empresa criminal de microtráfi­co. El problema, pues, también es nuestro.

No hay que olvidar que la droga no es solo un problema de EEUU. En Colombia ha crecido la demanda, y en torno al microtráfi­co se han formado poderosas organizaci­ones criminales.

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