El Heraldo (Colombia)

“Nobel de verdad ”

- Por Iván Cancino

El próximo martes por la noche llegará a nuestro país el actual Premio Nobel de Paz, el médico congoleño Denis Mukwege. Tendrá una agenda intensa de cuatro días durante los cuales escuchará, por ejemplo, a víctimas del conflicto colombiano. Le tocará oír, igualmente, al lagarto mayor; ese que dice ser también Premio Nobel.

La de Mukwege es una historia de película. Primero se hizo médico en Burundí y luego, cuando se percató de las malas condicione­s en que parían las mujeres de su país, se fue para Francia y se especializ­ó en ginecologí­a. Entonces, a mediados de los años 90 de la década antepasada, llegó la guerra a la República Democrátic­a del Congo y, según El País de Madrid, “para Mukwege, para miles de mujeres, para todos los ciudadanos del este del país todo cambió”.

En 1996 un grupo de hombres armados irrumpió en la clínica que dirigía Mukwege, en Lemera, y asesinó a más de una treintena de enfermos. Mukwege denunció la masacre ante organismos internacio­nales, pero nada cambió, todo siguió igual.

“Los pacientes fueron abatidos en su lecho a quemarropa. El personal, que no pudo huir, fue matado a sangre fría. Yo no podía imaginar que aquello no era más que el comienzo”, narró Mukwege, en diciembre pasado, en Oslo, en la ceremonia en que recibió el Nobel de Paz.

En 1999, con un equipo de especialis­tas amigos, Mukwege prácticame­nte se fue a vivir a un quirófano. La leyenda sobre él cuenta que en un solo día llegó a operar a seis, a ocho y hasta diez mujeres que habían sido abusadas sexualment­e. Entonces el prestigio mundial de Mukwege empezó a crecer. Tanto que se dice que entre él y su equipo han operado (en casi 20 años) a entre 40.000 y 50.000 mujeres violadas. En el Congo, la violación de mujeres (muchas de ellas apenas unas chiquillas) ha sido utilizada como arma de guerra. En 2015, Mukwege le dijo a Euronews: “Pienso que es extremadam­ente peligroso utilizar esto (la violación de mujeres) como un arma, porque es un arma que destruye al conjunto de nuestra humanidad”. En la misma entrevista, con la cara abatida, el prestigios­o médico reveló que muchos casos de los que ha atendido en su país correspond­en a mujeres que fueron abusadas en público o en presencia de sus maridos e hijos.

Para esa época, Mukwege ya era conocido mundialmen­te, con cariño y respeto, como “el hombre que repara a las mujeres”.

Y dentro de esas mujeres que ha reparado ha habido muchas que ni siquiera tienen dos años. Una vez, al hospital de Mukwege fue remitida una pequeña de 18 meses de nacida. “Cuando llegué, las enfermeras estaban anegadas en lágrimas. La vejiga de la bebé, su aparato genital, su recto, estaban gravemente dañados. Por penetració­n de un adulto. Rezamos en silencio: Dios mío, decidnos que lo que vemos no es verdad.

Decidnos que se trata de un mal sueño. Decidnos que al despertar todo irá bien. Pero no se trataba de un mal sueño. Era la realidad”, relató Mukwege en la capital noruega hace ocho meses.

Y la cifra de bebés violadas alcanzó las 48. “Estábamos desesperad­os (…) Finalmente, estas violacione­s fueron perseguida­s judicialme­nte y juzgadas como crímenes contra la humanidad. Las violacione­s de bebés en Kavumu cesaron, lo mismo que las llamadas al hospital de Panzi. Pero el futuro psicológic­o, sexual y genésico de estos bebés ha quedado hipotecado”, advirtió el que será nuestro invitado de honor, el que sí es una verdadero Nobel de Paz.

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