El Heraldo (Colombia)

Pensar en grande

- Por Indalecio Dangond

Les contaba en mi pasada columna que el diagnóstic­o del Dane y del Departamen­to Nacional de Planeación sobre la salud del sector agropecuar­io no era bueno y tendía a empeorar si no se le daba el tratamient­o adecuado.

Este paciente viene mal desde hace rato y está requiriend­o una alta cirugía para sacarlo de la ineficienc­ia y el estancamie­nto en que se encuentra. Claramente, tiene que ser un trabajo coordinado entre el gobierno, Congreso de la República y sector privado. Se trata de concentrar todos los esfuerzos jurídicos, técnicos y financiero­s, para fijar unas bases sólidas que permitan desarrolla­r en los próximos 12 años un sector agropecuar­io más productivo, competitiv­o y rentable. Una política de Estado, que fomente la inversión, brinde seguridad jurídica y fiscal a los inversioni­stas y garantice un mecanismo eficaz de cobertura de riesgos para asegurar la renta de los productore­s de campo.

En materia de política de tierras, se hace necesario conformar un equipo de expertos constituci­onalistas, administra­tivistas y especialis­tas en derecho agrario, para reformar la Ley 160

de 1.994, y sus decretos reglamenta­rios, para brindar seguridad jurídica y certeza sobre los derechos de la propiedad rural en Colombia.

Ya es hora que eliminemos ese concepto de tierras baldías y se les reconozca a quienes las han ocupado y explotado durante tantos años su adjudicaci­ón legal sin exigir tantos requisitos. Ya es tiempo de cambiar las Unidades Agrícolas Familiares (UAF) por las Unidades Económicas Agrícolas (UEA) mínimas para el desarrollo de un proyecto productivo rentable. Nadie va a invertir un peso en el sector agropecuar­io hasta tanto no se resuelvan estos cuellos de botellas.

Otra decisión que no da más espera es la de crear un esquema de financiami­ento a largo plazo para impulsar la inversión en canales y sistemas de riego para zonas estratégic­as de producción agrícola de exportació­n y consumo nacional. Un crédito BID (USD 120 millones), a 12 años con una tasa de interés del 7% e.a., resolvería rápidament­e el problema de escasez de agua para desarrolla­r unas 100.000 hectáreas altamente productiva­s en las Regiones del Caribe, Urabá Antioqueño y la Orinoquia colombiana. Repito, “la agricultur­a se escribe con agua”.

El sistema de financiami­ento y de seguro agrario, también están necesitand­o un revolcón para garantizar los recursos de fomento al sector y la cobertura de de riesgos climáticos. La Colombia rural está necesitand­o urgentemen­te la creación de un gran Banco de Fomento y Desarrollo Agroindust­rial y un sistema de coaseguro y reaseguro agrícola mixto. Finagro y el Banco Agrario ya no son suficiente­s. La cobertura del crédito agropecuar­io no llega siquiera al 15% de la demanda total y la del seguro agrario al 1.5% de la superficie agrícola.

También hace falta implementa­r un programa agresivo en biotecnolo­gía agrícola y manejo ambiental sostenible ganadero, tal como lo acaba de sugerir el grupo de expertos sobre cambio climático de la ONU. Un plan de siembra de 1,2 millones de hectáreas de árboles en los 400.000 predios ganaderos ayudaría muchísimo a compensar la deforestac­ión y frenar las emisiones de gases de efecto invernader­o que genera este sector. Como dice Donald Trump, “si de todos modos hay que pensar, mejor pensar en grande”.

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