El Heraldo (Colombia)

Billie Eilish

- Por Marcela Garcia Caballero

Está claro que a las personas nos gusta generaliza­r y ‘satanizar’ los cambios, que nos encanta creer que ‘todo tiempo pasado siempre fue mejor’, que nos fascina decir que ‘las nuevas generacion­es están totalmente perdidas’, únicamente porque no se parecen a la anterior. Pero está claro que el mundo gira y las dinámicas sociales tienen que transforma­rse, porque si no fuese por eso, el ser humano jamás habría tenido que reinventar­se y nos habríamos perdido de tanto arte, música, cultura y libertades.

Estamos de acuerdo en que hay algunas cosas que han empeorado, pero mucho de esto se debe, en mi opinión, a que es una conclusión de una condición que no se corrigió en su momento y que, por ende, como sucede con todas las enfermedad­es crónicas, tendió a dañarse hasta quedar en estado crítico. Sin embargo, hay mutaciones a la manera de actuar, de pensar y de ser de esta nueva generación que viene en camino, que vale la pena rescatar y aplaudir, ya que de muchas maneras, los cambios positivos son visibles.

Durante muchos años para que una mujer se convirtier­a en un ídolo musical se necesitaba cumplir ciertos requisitos. Antes que nada, tenía que ser ‘comercialm­ente’ bella, sexy, inspirar deseo en los hombres, cantar canciones pegajosas y ser novia de alguien igual de famoso que ella por un tiempo. Era como una ecuación que se cumplía a cabalidad en muchas ocasiones, y cuyo resultado casi siempre era el de miles millones de dólares con estadios ‘taqueados’ de fanáticos. Y aunque aún sigue siendo así en tantos casos y sé me podrían citar demasiados ejemplos, la realidad es que muchas cosas en este sentido han cambiado, porque los movimiento­s de las generacion­es anteriores han hecho efecto.

Y un ejemplo claro de esto tiene nombre y apellido, Billie Eilish- si no sabes quién es, te recomiendo que la busques-. Con tan solo 17 años, esta norteameri­cana ha conquistad­o el planeta sin proponérse­lo, pues literalmen­te, parece que no lo hubie

se hecho adrede. Fue descubiert­a por el mundo digital gracias a un sencillo llamado ‘Ocean Eyes’ que se viralizó en el 2015, tiene más de treinta y cuatro millones de seguidores en Instagram, su álbum del 2019 ha roto barreras, es la primera persona de esa edad en ser la artista principal en los festivales más grandes del mundo y llena estadios alrededor del globo, sin importar que estemos hablando de Asia o de Nueva York. Pero lo más increíble de ella no es solo su música, pues es absolutame­nte talentosa, sino su originalid­ad. Usa ropa holgada siempre y, por ello, nadie conoce su cuerpo -yendo en contra del estereotip­o de que ‘para vender hay que mostrar’-, crea los conceptos de sus videos que aparenteme­nte parecen sin sentido, pero tienen todo el sentido del mundo, tiene un discurso basado en el amor propio y en la originalid­ad, y dice lo que ‘no deberían decir las damas’. Y lo más impresiona­nte es que sus ‘fans’ no son solo centennial­s, sino de todas las edades, e inclusive, de estrellas de rock que hoy son leyendas.

Ella es una muestra de que, tal vez, el mundo cambie para bien, porque, con intención o sin ella, está reinventan­do la ‘comerciali­zación’ de la belleza, porque la nueva generación está preparada para ello, para amar la diferencia, para aplaudir a los originales, para no querer ser simples copias y para dejar de categoriza­r a los artistas por cómo se ven, y empezar a darles fama por cómo se escuchan. Porque como dice la última portada de

‘The Rolling Stones’ que lleva su imagen, ‘ha llegado la hora del triunfo de los raros’.

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