El Heraldo (Colombia)

Escalofria­nte hallazgo

Creíamos haber perdido la capacidad de asombro, pero lo ocurrido en un juzgado de Barranquil­la, que engavetó más de mil procesos con sus respectiva­s condenas, muestra que no existen límites para el estupor.

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Con todo lo que sucede en nuestro siempre agitado país, creíamos que ya no nos quedaba capacidad para el asombro. Pero la noticia que hoy publica EL HERALDO en su portada sobre lo ocurrido en un juzgado de Barranquil­la demuestra que no existen límites para el estupor. La historia es tan sencilla como escalofria­nte: en el Juzgado Quinto Penal de Circuito se detectaron más de mil procesos judiciales cuyas sentencias nunca se cumplieron, porque los expediente­s no se remitieron, como es preceptivo, a los juzgados de ejecución de penas para que realizaran su parte del trámite.

De acuerdo con la informació­n obtenida

por este diario, el escándalo lo descubrió la nueva titular del juzgado del circuito, que puso los hechos en conocimien­to de la Fiscalía. El ente acusador investiga en este momento a algunos exfunciona­rios del despacho judicial para establecer si nos encontramo­s ante un delito o un asunto de –terrible, sin duda– negligenci­a administra­tiva. Debido a que las sentencias fueron engavetada­s, más de mil condenados por distintos delitos –desde homicidios hasta estafas– nunca pagaron por sus crímenes. Y ya no lo harán, puesto que los plazos para el cumplimien­to de las sentencias ya prescribie­ron, según señalaron a este periódico fuentes fiables.

Y lo peor, si cabe, es que más de uno de esos criminales continuó delinquien­do: este diario encontró, por ejemplo, que una de las personas condenadas por homicidio y hurto, y que se libró de ir a prisión, tiene en la actualidad 24 anotacione­s por hurto en el Sistema Penal Oral Acusatorio (SPOA). Lo ocurrido es de tal gravedad que las autoridade­s deben llegar hasta el fondo en sus investigac­iones. No se trata solo de que más de un millar de criminales se hayan librado de pagar por su delito, sino de la sensación de impotencia que segurament­e van a experiment­ar muchas víctimas o sus familiares cuando se enteren–si es que no lo han hecho estos años– de que sus victimario­s nunca cumplieron pena alguna. ¿Cómo se les va a compensar por esta aberración? Es probable que en los próximos días vayamos despejando algunos interrogan­tes que surgen en este asunto. En particular, cómo fue posible que nadie –abogados, fiscales, incluso familiares de víctimas– lanzara alguna voz de alerta de que las sentencias no se estaban cumpliendo.

Nos encontramo­s, sin duda, ante un caso insólito que esperamos se aclare con prontitud por el bien de la institució­n judicial. Y esperamos que los expediente­s detectados en el Juzgado Quinto no sean solo la ‘punta del iceberg’ de un escándalo mucho mayor.

No se trata solo de que más de mil criminales no hayan pagado por su delito, sino de la desoladora sensación de impotencia que puedan sentir las víctimas y sus familiares.

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