Tesoro de la naturaleza
Nos hemos acostumbrado a asociar el Parque Salamanca con las quemas que causan daños ambientales y afecciones a la salud. Pero más allá de esta imagen, es un prodigio natural que merece ser visitado.
Muchos barranquilleros asocian la Isla Salamanca con desagradables incendios que periódicamente llenan de humo y cenizas la ciudad. En ocasiones las quemas son de tal magnitud que provocan auténticos estragos ambientales, así como afecciones a la salud de los habitantes más expuestos a la humareda que cruza el río.
Pero más allá de estos incidentes, la Isla de Salamanca’ es un enorme tesoro natural de que aún estamos en mora de descubrir, pese a que vivimos enfrente de él y lo vemos con cierta indiferencia desde la distancia cuando viajamos por carretera a Santa Marta. En un amplio reportaje publicado el
domingo en EL HERALDO, contamos cómo científicos de medio mundo acuden de manera permanente al parque natural atraídos por la extraordinaria biodiversidad que alberga. En el medio científico se le conoce como el “aeropuerto internacional de las aves” por la cantidad de pájaros que se detienen en él dentro de sus oleadas migratorias. Otra de sus atracciones ‘estrella’ son las más de 12 mil hectáreas de manglares que conforman uno de los mayores ecostistemas del mundo en este tipo de vegetación.
El Parque Isla de Salamanca es un territorio de 56.200 hectáreas, conformado por decenas de islas que forman un delta. De esa extensión, solo un 5% es accesible para los turistas, que pueden hacer varios tipos de recorrido guiados con expertos conocedores del medio. Muchos ignoran que esta posibilidad de turismo existe, pese a que la tenemos a la mano. Y lo deseable es que el conocimiento de esta joya ecológicas es cada vez mayor, sobre todo en las generaciones más jóvenes, de modo que vayamos adquiriendo conciencia colectiva sobre el valor extraordinario de parajes que tenemos ante nuestras narices. Ojalá que este tipo de turismo rural, o natural, se popularice, en el mejor de los sentidos del término. Es decir, que atraiga a visitantes, los encandile y les enseñe la importancia de proteger el medio ambiente. Y cuando decimos que se haga en el mejor de los sentidos del término, es porque todos sabemos lo que sucede cuando confundimos popularización con vulgarización. Esto último es lo que ha pasado con muchos parajes naturales, aquí y en otros lugares del mundo, que han sucumbido a la invasión de hordas humanas a las que importa un bledo el sostenimiento biológico del entorno. Teniendo en cuenta las anteriores prevenciones, lo deseable es que conozcamos mejor el Parque Isla de Salamanca. Introducirnos en sus misterios seguro nos hará seres más comprensivos y respetuosos con la naturaleza.
Ojalá el Parque Salamanca se popularice, en el buen sentido del término. Subrayamos esto último, porque todos sabemos lo que sucede cuando confundimos popularización con vulgarización.