El Heraldo (Colombia)

¡Hay que soñar!

- Por Daniela Cepeda Tarud Daniela@cepedataru­d.com @DCepedaTar­ud

El siete de agosto, mientras trabajaba en el computador, el televisor en el fondo transmitía las celebracio­nes del bicentenar­io. Una frase me hizo despegar la cabeza del portátil y mirar hacia la tv: “¡Hay que soñar!”. Sentí como si me estuviera hablando a mí. Abandoné el trabajo y presté cuidadosa atención a las palabras de Egan Bernal. Palabras, aparenteme­nte, tan sencillas.

Soñamos cuando comienza el año, cuando estamos inspirados en un momento de éxito o de descanso frente al mar. Y, cuando soñamos, ¿hasta dónde llegan nuestros sueños?. Generalmen­te, en lugar de darle rienda suelta a la imaginació­n, le ponemos un límite, lo que para nuestra reducida visión es racionalme­nte posible. Luego, en el día a día, reafirmamo­s que nuestros sueños son muy

grandes y nos llenamos de razones de por qué no los vamos a lograr.

Recuerdo la pregunta que un día me hizo el médico y filósofo Alejandro Jadad, “¿qué harías si no tuvieras miedo?”. En ese momento comencé a ver un nuevo abanico de posibilida­des. Cuando somos niños soñamos, somos creativos, nos divertimos, nos dejamos sorprender; pero, como planteó el psiquiatra chileno Claudio Naranjo, con el pasar de los años los modelos educativos tradiciona­les estimulan el desarrollo de otras partes del cerebro, así como de miedos, y la del niño interno queda olvidada, y junto a ella la capacidad de soñar, de crear, de divertirse.

Soñar con los pies en la tierra, como dice Egan, no significa limitar nuestros sueños; significa trabajar con disciplina y constancia para conseguirl­os. Bernal cuenta que desde niño entrena; que cuando era pequeño lo hacía en el bosque ubicado sobre la Catedral de Sal de Zipaquirá, su tierra natal, y se divertía haciéndolo. En sus entrenamie­ntos para el tour superó las siete horas en montañas de más de dos mil metros. Su entrenador relata que jamás se quejó por la dureza de los entrenamie­ntos y que incluso en medio del barro y la lluvia, hacía casi el doble que el resto. Egan cuenta que “para ganar un Tour de Francia hay que llevar el cuerpo al límite” y que la clave es divertirse haciéndolo: “A uno tiene que gustarle para poder hacer eso, porque uno sufre y por más que le paguen, si no le gusta no lo hace”.

Con su sencillo y humilde discurso, y a sus 22 años, el ganador del Tour de Francia nos enseña a los colombiano­s grandes lecciones de vida y es hoy, no solo un orgullo, sino un referente de inspiració­n y un ejemplo a seguir. Disfrutar lo que haces y entregar el cien porciento, tener fortaleza mental, humildad para trabajar en equipo, confiar en tu potencial, vivir el ahora y estar agradecido, son algunas de las grandes enseñanzas de este campeón de la vida. Con sus palabras y ejemplo Egan Bernal nos demuestra que para soñar solo se necesita querer hacerlo y poner los pies en la tierra para hacer esos sueños realidad.

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