¡Hay que soñar!
El siete de agosto, mientras trabajaba en el computador, el televisor en el fondo transmitía las celebraciones del bicentenario. Una frase me hizo despegar la cabeza del portátil y mirar hacia la tv: “¡Hay que soñar!”. Sentí como si me estuviera hablando a mí. Abandoné el trabajo y presté cuidadosa atención a las palabras de Egan Bernal. Palabras, aparentemente, tan sencillas.
Soñamos cuando comienza el año, cuando estamos inspirados en un momento de éxito o de descanso frente al mar. Y, cuando soñamos, ¿hasta dónde llegan nuestros sueños?. Generalmente, en lugar de darle rienda suelta a la imaginación, le ponemos un límite, lo que para nuestra reducida visión es racionalmente posible. Luego, en el día a día, reafirmamos que nuestros sueños son muy
grandes y nos llenamos de razones de por qué no los vamos a lograr.
Recuerdo la pregunta que un día me hizo el médico y filósofo Alejandro Jadad, “¿qué harías si no tuvieras miedo?”. En ese momento comencé a ver un nuevo abanico de posibilidades. Cuando somos niños soñamos, somos creativos, nos divertimos, nos dejamos sorprender; pero, como planteó el psiquiatra chileno Claudio Naranjo, con el pasar de los años los modelos educativos tradicionales estimulan el desarrollo de otras partes del cerebro, así como de miedos, y la del niño interno queda olvidada, y junto a ella la capacidad de soñar, de crear, de divertirse.
Soñar con los pies en la tierra, como dice Egan, no significa limitar nuestros sueños; significa trabajar con disciplina y constancia para conseguirlos. Bernal cuenta que desde niño entrena; que cuando era pequeño lo hacía en el bosque ubicado sobre la Catedral de Sal de Zipaquirá, su tierra natal, y se divertía haciéndolo. En sus entrenamientos para el tour superó las siete horas en montañas de más de dos mil metros. Su entrenador relata que jamás se quejó por la dureza de los entrenamientos y que incluso en medio del barro y la lluvia, hacía casi el doble que el resto. Egan cuenta que “para ganar un Tour de Francia hay que llevar el cuerpo al límite” y que la clave es divertirse haciéndolo: “A uno tiene que gustarle para poder hacer eso, porque uno sufre y por más que le paguen, si no le gusta no lo hace”.
Con su sencillo y humilde discurso, y a sus 22 años, el ganador del Tour de Francia nos enseña a los colombianos grandes lecciones de vida y es hoy, no solo un orgullo, sino un referente de inspiración y un ejemplo a seguir. Disfrutar lo que haces y entregar el cien porciento, tener fortaleza mental, humildad para trabajar en equipo, confiar en tu potencial, vivir el ahora y estar agradecido, son algunas de las grandes enseñanzas de este campeón de la vida. Con sus palabras y ejemplo Egan Bernal nos demuestra que para soñar solo se necesita querer hacerlo y poner los pies en la tierra para hacer esos sueños realidad.