El festival que alimentó el alma rockera en Barranquilla
Mientras Woodstock posicionaba el “amor y paz” como antídoto para la ira en el mundo, en una ciudad tan alejada y conservadora como Barranquilla, los amantes del rock & roll que, en un acto de rebeldía dejaban crecer sus melenas, se las ingeniaban para conocer detalles de un movimiento que no tenía gran despliegue en los medios locales. “Las noticias nos llegaban por los teletipos (cables de agencias internacionales) un poco trasnochadas, vimos las primeras imágenes del festival por TV, pero nos tocó esperar un año después hasta que saliera la película sobre Woodstock”, recuerda Mauricio Zapata, quien en ese entonces tenía 16 años, pero que un par de años después llegaría a organizar los primeros conciertos de rock en la ciudad. “Nosotros éramos en Barranquilla una manada de mechudos que se la pasaban escuchando a The Yardbirds, The Kinks y The Doors, teníamos adentrados los conceptos y la ideología de Woodstock, pero jamás habíamos visto algo así. Fue una ventana la que se nos abrió. Ese festival nos enseñó cómo se reunían más de 400.000 personas”, cuenta Eduardo Jalube, quien fue líder de la reconocida banda de rock barranquillera Concha de Coco. Tenía 17 años y la ‘coletera rockera’ de Barranquilla era una especie de “movimiento subtenrráneo”. “Éramos los raros. Solo escuchar esa música era un acto contestatario, los padres de familia no dejaban salir a sus hijas con nosotros pero ellas se escapaban. Íbamos al teatro Metro o al Lido a ver la película Woodstock una y otra vez hasta que nos supiéramos qué grupo o qué canción venía después”, narra Pepe Enciso, hoy locutor del programa Rock Total de Uninorte FM Estéreo.