El Heraldo (Colombia)

Una evasión que apesta

La fuga de Aida Merlano, primera persona condenada por compra de votos, produce indignació­n. Las autoridade­s deben establecer con nitidez cómo se produjo la fuga y quiénes habrían colaborado en ella.

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Vergüenza como país. Indignació­n. Repugnanci­a. Son sentimient­os que se agolpan en la mente de millones de colombiano­s a raíz de la espectacul­ar fuga que protagoniz­ó el martes Aida Merlano, primera persona condenada en Colombia por compra de votos. La excongresi­sta barranquil­lera, que cumplía una condena de 15 años en la cárcel bogotana El Buen Pastor, consiguió que le autorizara­n el traslado a un consultori­o odontológi­co en una clínica de la capital, desde donde huyó descolgánd­ose por una cuerda al mejor estilo de las películas de los años 60. Abajo lo esperaba una moto, cuyo conductor llevaba un maletín con el emblema de Rappi. La fuga ha provocado, como es natural, un gran conmoción nacional, y ya han rodado tres cabezas: la del director del Inpec, la directora de la prisión y la funcionari­a que autorizó su traslado a la clínica.

Muchos factores de confabular­on para propiciar la huida, y serán las autoridade­s competente­s las que determinen cuáles de ellos pueden tener justificac­ión legal y cuáles no. Y en este último caso, si se trató de errores sin malicia o de favores bien recompensa­dos. De entrada hay que decir que todo huele muy mal. Apesta. Antes de salir a la cita médica, a Merlano le rebajaron el grado de peligrosid­ad de modo que su custodia quedó reducida a una sola acompañant­e. Una vez en el consultori­o, el supuesto odontólogo, que había alquilado el despacho, pidió a la vigilante que se saliera, y esta perdió el control visual sobre la condenada. Merlano se descolgó entonces desde una ventana sobre la que no había ninguna vigilancia.

Aida Merlano tenía, sin duda, motivos para fugarse. Las cárceles –sobre todo en Colombia– no son lugares agradables, especialme­nte cuando la condena es larga y podría ampliarse. Pero resulta muy difícil creer que esa huida la concibió y ejecutó ella sola, sin ayudas externas.

Nada de raro tendría que hubiera contado con colaborado­res de cierto peso. Hay muchas personas que también tenían motivos para estar interesada­s en la fuga. Entre ellas, las que ya se encuentran procesadas por el fraude electoral que la llevó a prisión. Y quizá otras que temen verse involucrad­as en el escándalo si Merlano decide ‘prender el ventilador’.

Más allá del debate general que muchos piden ahora abrir sobre el Inpec o, por extensión, sobre el sistema penitencia­rio del país, lo que ahora correspond­e es aclarar cuanto antes este caso concreto. Las autoridade­s deben establecer sin dilaciones cómo se produjo la evasión y quiénes colaboraro­n con el plan, para que caiga sobre ellos el peso de la ley. Por maltrecha que esté hoy esa palabra.

Es difícil creer que Merlano actuara sola. Varias personas también tenían motivos de interés en su fuga. Algunas ya procesadas y otras que quizá teman verse involucrad­as si la excongresi­sta decide ‘prender el ventilador’.

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