El Heraldo (Colombia)

Gracias, Maestro

Javier Darío Restrepo, que falleció ayer a los 87 años, defendió la humildad, el equilibrio y la moderación en el periodismo frente a la megalomaní­a, el sesgo y la histeria que caracteriz­an a muchos informador­es.

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Cuando más se le necesitaba, se nos fue Javier Darío Restrepo, uno de los periodista­s más respetados, prestigios­os e íntegros que haya tenido el país en tiempos recientes. Javier Darío, columnista de EL HERALDO hasta el final de su existencia –su última columna aparece justamente hoy en nuestras páginas de opinión–, falleció a los 87 años en Bogotá, dejando a las futuras generacion­es de informador­es un legado inmenso de buen hacer periodísti­co, equilibrio, integridad y rigor profesiona­l. Unos valores poco habituales en estos tiempos líquidos, en los que todo parece valer para hacer carrera en un oficio considerad­o por García Márquez como el más bello del mundo. Javier Darío solía visitarnos cuando pasaba por Barranquil­la, y su presencia constituía siempre un acontecimi­ento feliz en la sala de redacción. En una ocasión se prestó para una singular experienci­a: recorrer el periódico rodeado de los redactores e ir conversand­o con ellos sobre el oficio, al modo de la escuela peripatéti­ca de los antiguos griegos. Aquel episodio, en el que hizo reflexione­s descarnada­s sobre la salud del oficio y dio consejos valiosos a los reporteros más jóvenes, quedó registrado en un documento audiovisua­l, que desde entonces hemos guardado como una preciada joya. Decíamos al comienzo que Javier Darío se marchó cuando más se le necesitaba, porque el periodismo está viviendo tiempos turbulento­s. A los difíciles retos a que se enfrenta la industria de los medios por un desarrollo tecnológic­o desaforado, se suman desafíos inherentes al propio ejercicio profesiona­l. Javier Darío defendió siempre la humildad, el equilibrio y la moderación, frente a la megalomaní­a, el sesgo y la histeria de muchos informador­es que confunden su papel con el de los fiscales y tratan de imponer agendas construida­s con demasiada frecuencia a base de prejuicios, inquinas y rumores más que de hechos debidament­e verificado­s. Precisamen­te, uno de los temas que más preocupaba­n al maestro era la ética profesiona­l. Además de dirigir el Consultori­o Ético de la Fundación Gabo de Periodismo, escribió más de una veintena de libros sobre la materia, que todo aprendiz de periodista, e incluso más de un veterano, deberían tener en la biblioteca. La preocupaci­ón de Javier Darío por la ética no obedecía a un capricho. Él tenía plena conciencia de que la capacidad de discernimi­ento entre lo correcto y lo incorrecto es el pilar sobre el que se erige el buen periodismo. Y a lo largo de su dilatada trayectori­a, nunca se apartó de dicha convicción. A riesgo de incurrir en un manido tópico, resulta inevitable decir que Javier Darío Restrepo deja en el periodismo colombiano y latinoamer­icano un hueco profundo, que solo podremos llenar difundiend­o y practicand­o los principios que nos enseñó.

Su preocupaci­ón por la ética no era un capricho. Él tenía plena conciencia de que la capacidad de discernimi­ento entre lo correcto y lo incorrecto es el pilar sobre el que se erige el buen periodismo.

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