El Heraldo (Colombia)

La desgracia de Aída

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No pretendo la impunidad para la Sra Aída Merlano, ni para nadie que cometa delito alguno por leve que sea, ni tampoco desconozco la corrompida situación electoral nuestra desde que tengo uso de razón. Lo que no me parece bien es que se esté haciendo festejo por parte de las autoridade­s, la prensa escrita y virtual, las redes sociales y el público en general, para no llamarlo ciudadanía porque es más un espectácul­o que una situación jurídica lo que estamos viendo en cabeza de una mujer cuya situación no es otra que servir de chivo expiatorio en la condena de un delito que toda la vida se ha visto casi como una actividad normal dentro del ejercicio electoral; la compra de votos. El resto de imputacion­es hasta ahora no pasan de ser habladuría­s y especulaci­ones que aunque fueran ciertas deben pertenecer a su vida privada, a su vida íntima y no hacer banquete de burlas, chistes, y todo tipo de bajezas con la honra y dignidad de una mujer, como mujer, como madre, como miembro de familia, aprovechan­do la situación de desamparo político, económico y social en que se encuentra.

Si alguien puede asegurar que no se han comprado votos de una forma u otra en las elecciones de cualquier región del país, de cualquier movimiento político, del color y afiliación que sea, es porque no pertenece a éste país, sin que de ninguna manera justifique­mos el hecho. Mientras ésta señora, a quien no conozco, a quien ni siquiera he visto de cerca, sino a través del periódico, huye como si fuera un asesino, o hubiera cometido algún delito contra la vida de cualquier persona, los grandes dirigentes políticos de gran parte del país, que si son unos verdaderos delincuent­es, disfrutan su desgracia y desconocen cualquier lazo de colegaje y amistad. Tengamos un poco de respeto, gallardía y humanidad por la desgracia ajena, en especial, tratándose de una mujer.

Hector Asaf Quintero

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