No somos tan bobos
Si de elecciones se trata, durante mucho tiempo nos han vendido la idea que todo es un show decidido por unas manos invisibles que todo lo controlan, que son omnipresentes y que todo lo compran con el poder del dinero. Inclusive, muchas veces en conversaciones de pasillo, se compara de manera simplista a los electores con borregos en una fila, que van directo al matadero.
No somos tan inocentes como para pensar que no existen poderes que definen elecciones, claro que existen, pero tengamos presente que esos poderes están en cualquier rincón del mundo. Lo que si debemos evitar a toda costa es ser tan cínicos para creer que esos apoyos son lo único que importa. Las últimas elecciones presidenciales y lo que se vislumbra en las próximas elecciones locales en las principales ciudades del país, son una fiel prueba de esta circunstancia.
El panorama político local (principalmente en alcaldías y gobernaciones) nos está demostrando que las ideas y, principalmente, lo que los candidatos de manera individual representan (eso también es una idea) valen más para el elector que cualquier otra cosa. La razón de ser de esta afirmación tiene que ver con que las elecciones en general son un ejercicio emocional, que coloca al elector a decidir entre continuar por un camino o cambiarlo, y entre creer o no en el carácter o el criterio de ese candidato.
Entrando en el caso de Bogotá, de las últimas encuestas se puede inferir, que la mayoría de bogotanos quieren cambiar el rumbo y es por eso que el candidato al que asocian con la administración (Miguel Uribe) no tiene opciones de acceder al poder. Pero ese cambio también incluye acabar con la polarización que tiene a la gente cansada, y es por eso que prefieren a alguien con carácter y coherencia, que no polarice (Carlos Galán), a otra cuyo carácter es mucho más combativo.
Por otro lado, en Barranquilla ocurre exactamente lo opuesto, la ciudadanía en general siente que la ciudad va por el camino correcto, y la gente no quiere un cambio. Las últimas encuestas demuestran esa realidad, y el candidato que representa esa continuidad (Jaime Pumarejo) es claro ganador en un escenario donde sus contrincantes no encuentran argumentos, ni espacio para plantear un cambio de rumbo. Independientemente del caso específico, en esta nueva realidad política, que sigue cambiando, y que espero nos siga sorprendiendo, los electores sabemos lo que queremos, votamos a conciencia y en general no somos tan bobos como a veces nos quieren hacer ver. Este 27 de octubre, no dejemos que el cinismo nos venza y salgamos a votar en masa, para demostrarle a todos que las decisiones en este país las tomamos las mayorías.
Coletilla: Casi todo está dicho sobre la señora Aida Merlano, pero considerarla una víctima de la pobreza y de las circunstancias, como pretenden hacernos creer desde medios nacionales, si sería el colmo. Si es víctima de algo, será de ambición desmedida.