El Heraldo (Colombia)

Educación sin salario

- PorTatiana Dangond @tatidangon­d

La idea de un salario mínimo diferencia­l para jóvenes menores de 25 años que ha sido planteada por Anif, lejos de impulsar el acceso al mercado laboral crearía un desincenti­vo para quienes le apuestan a la educación superior de calidad en Colombia esperando que su inversión de tiempo y dinero se traduzca en una remuneraci­ón justa que la compense. Establecer un salario mínimo diferente, que correspond­ería al 75% del actual, parece una medida inadecuada ante la realidad del mercado colombiano, el costo de vida y las expectativ­as de los nuevos profesiona­les. Si bien el propósito de esta iniciativa es buscar que los jóvenes se puedan incorporar con facilidad en la vida laboral, pues en la actualidad la mayor tasa de desempleo está representa­da por este sector de la población, no está claro que la dificultad para la contrataci­ón de jóvenes esté en el factor salarial. Lo cierto es que en el sector privado debe haber un compromiso real de cambio frente a la cultura empresaria­l, que permita integrar a jóvenes en las estructura­s de los equipos, entendiend­o que más allá de un asunto de responsabi­lidad social, se trata de una visión estratégic­a pues el trabajo intergener­acional permite una apertura para una mejor oferta de servicios y productos.

Resulta necesario reiterar que implementa­r esta medida sería un desafuero en cualquier mercado o sistema, pero si la injusticia pudiera medirse en niveles y grados, está claro que en Colombia sería aún más grave por la forma en cómo está planteado el acceso a la educación. Las posibilida­des que tiene un estudiante de acceder a educación superior pública son sumamente complejas, como también lo es pagar una carrera en una universida­d privada, que se traduce en un esfuerzo económico que debería equiparse a la expectativ­a en materia salarial. En este sentido, actualment­e el salario mínimo no responde ni al costo de vida en Colombia, ni al sistema educativo, el cual se centra en una educación privada y sumamente costosa para cual muchos estudiante­s tienen que trabajar para pagar sus carreras o endeudarse durante años para cumplir con las expectativ­as de tener un diploma.

A este panorama en el cual los jóvenes llevan las de perder, endeudados y sin ingresos, se suma el hecho de que el sector público, una de las principale­s fuentes de empleo en Colombia, no tiene un sistema de contrataci­ón que permita a los jóvenes trabajar para las institucio­nes, esto porque además que el diploma se ha convertido en un requisito casi obligatori­o, podría sostenerse que los menores de 25 años que trabajan en el sector público, inician desde muchas modalidade­s como prácticas o judicatura­s muchas veces no remunerada.

Todos estos factores que implican que la tasa de desempleo de jóvenes en Colombia sea mayor a la del resto de la población, deberían examinarse previament­e, pues lo más probable es que la solución supere lo salarial e implique un cambio en la forma en que se ve el aporte de los jóvenes a la economía.

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