Y si fueran sus hijos…
La millonaria deuda contraída con Icetex o los préstamos que hicieron sus padres para pagar los estudios, sean universitarios o técnicos, son un lastre histórico que se torna en saldo en rojo del joven entusiasta recién graduado y ansioso del éxito económico y del desarrollo profesional.
¡Oh sorpresa! La cosa no es como la pintan. El mundo laboral se ha tornado apretado, exigente y de una escandalosa explotación de los jóvenes, quienes para acceder a la vida laboral deben presentar una hoja de vida con la preparación de un astronauta de la Nasa.
El pregrado es un peldaño menor. La especialización no da todo el pedigrí y la maestría apenas abre la posibilidad de ser recibido. Si ya tiene un doctorado tendrá mayores alternativas, pero para llegar a ese espacio sideral se necesita haber invertido muchísimos millones de pesos. Y aún no hemos hablado de la exigida bilingüidad y otras experticias como Excel y las Tic.
¿Y todo esto para ganarse 75% del salario mínimo como propone Anif? Esa fórmula empresarial que pretende disminuir el desempleo raya en la torpeza y en la falta de respeto con la expectativa de los muchachos que salen a la vida buscando tragarse el mundo. Pronto habrán de darse cuenta que es el mundo el que se los traga a ellos. Y con esta propuesta, de que se ganen $630 mil al mes después de más de cinco años de quemazón de pestañas y de un centenar de millones de pesos invertidos, ya el sistema se los engulló.
El “cocazo” de la Anif ha generado un gran rechazo entre los jóvenes del país. El termómetro de las redes muestra no solo descontento, sino también rabia y frustración. Es obligante preguntar entonces a los señores de las empresas colombianas cómo actuarían si esa fuese la oferta salarial a sus hijos. Es probable que los hijos de los dirigentes de las instituciones financieras no hayan tenido que recurrir al Icetex, cuyo rigor para cobrar, sumado a los intereses, se torna en una especie de cobradiario académico.
De modo que la “sesuda” fórmula de pagarle a los menores de 25 años el 75% del salario mínimo para reducir la tasa de desempleo juvenil castra de entrada a quienes se supone se pretende beneficiar. El argumento puede ser el producto de un estudio arguyendo que con ese salario “los jóvenes están recibiendo un beneficio al ser enganchados mientras terminan su aprendizaje”, pero en realidad es una forma de la explotación disfrazada de buenas intenciones.
El quid está en que por lo general a los 25 años no se ha tenido experiencia laboral, pero hoy en día sí tienen una gran preparación, lo cual ha implicado inversiones millonarias. Otros modelos aplicados en distintos países demuestran que la flexibilización para reducir las cargas laborales a los empresarios han sido ineficientes para disminuir los indicadores de desempleo, que por lo visto es lo más importante. Repregunto: ¿y si fueran sus hijos?