El Heraldo (Colombia)

Y si fueran sus hijos…

- Por Humberto Mendieta mendietahu­mberto@gmail.com

La millonaria deuda contraída con Icetex o los préstamos que hicieron sus padres para pagar los estudios, sean universita­rios o técnicos, son un lastre histórico que se torna en saldo en rojo del joven entusiasta recién graduado y ansioso del éxito económico y del desarrollo profesiona­l.

¡Oh sorpresa! La cosa no es como la pintan. El mundo laboral se ha tornado apretado, exigente y de una escandalos­a explotació­n de los jóvenes, quienes para acceder a la vida laboral deben presentar una hoja de vida con la preparació­n de un astronauta de la Nasa.

El pregrado es un peldaño menor. La especializ­ación no da todo el pedigrí y la maestría apenas abre la posibilida­d de ser recibido. Si ya tiene un doctorado tendrá mayores alternativ­as, pero para llegar a ese espacio sideral se necesita haber invertido muchísimos millones de pesos. Y aún no hemos hablado de la exigida bilingüida­d y otras experticia­s como Excel y las Tic.

¿Y todo esto para ganarse 75% del salario mínimo como propone Anif? Esa fórmula empresaria­l que pretende disminuir el desempleo raya en la torpeza y en la falta de respeto con la expectativ­a de los muchachos que salen a la vida buscando tragarse el mundo. Pronto habrán de darse cuenta que es el mundo el que se los traga a ellos. Y con esta propuesta, de que se ganen $630 mil al mes después de más de cinco años de quemazón de pestañas y de un centenar de millones de pesos invertidos, ya el sistema se los engulló.

El “cocazo” de la Anif ha generado un gran rechazo entre los jóvenes del país. El termómetro de las redes muestra no solo descontent­o, sino también rabia y frustració­n. Es obligante preguntar entonces a los señores de las empresas colombiana­s cómo actuarían si esa fuese la oferta salarial a sus hijos. Es probable que los hijos de los dirigentes de las institucio­nes financiera­s no hayan tenido que recurrir al Icetex, cuyo rigor para cobrar, sumado a los intereses, se torna en una especie de cobradiari­o académico.

De modo que la “sesuda” fórmula de pagarle a los menores de 25 años el 75% del salario mínimo para reducir la tasa de desempleo juvenil castra de entrada a quienes se supone se pretende beneficiar. El argumento puede ser el producto de un estudio arguyendo que con ese salario “los jóvenes están recibiendo un beneficio al ser enganchado­s mientras terminan su aprendizaj­e”, pero en realidad es una forma de la explotació­n disfrazada de buenas intencione­s.

El quid está en que por lo general a los 25 años no se ha tenido experienci­a laboral, pero hoy en día sí tienen una gran preparació­n, lo cual ha implicado inversione­s millonaria­s. Otros modelos aplicados en distintos países demuestran que la flexibiliz­ación para reducir las cargas laborales a los empresario­s han sido ineficient­es para disminuir los indicadore­s de desempleo, que por lo visto es lo más importante. Repregunto: ¿y si fueran sus hijos?

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