El Heraldo (Colombia)

Una marcha manchada

- Por Marcela García Caballero

Toda mi vida he tenido un defecto, bueno la verdad es que he tenido y tengo muchísimos, pero hay uno en especial que me ha costado demasiadas amarguras desde siempre: no sé decir las cosas cuando tengo rabia, cuando tengo que exigir algo y/o cuando tengo que ser escuchada. Es tan grande este defecto mío, que todo el que me conoce sabe que la mayoría de las discusione­s las resuelvo a punta de letras, ya que me es más fácil desahogarm­e sin exaltarme a través de las palabras escritas.

Es por esto que los regaños de mi adolescenc­ia se pueden resumir en una sola frase: “tal vez tengas la razón, pero pierdes el argumento por tus groserías”. Con ella, mi mamá me ‘desarmaba’ totalmente y yo terminaba ‘perdiendo’ la ‘batalla’, pues ya el tema no estaba centrado en lo que estaba diciendo, sino en la manera cómo lo estaba diciendo. No saben la cantidad de castigos que me hubiese ahorrado si tan solo hubiese aprendido a saber exponer mis razones.

Sin embargo, la columna de hoy no va a tratar sobre mí y mis defectos, sino sobre lo que pasó esta semana con la marcha estudianti­l y sus defectos. Y es que, lastimosam­ente, la frase con la que mi mamá solía ganar todas las discusione­s cuando yo estaba en el colegio, queda como ‘anillo al dedo’ en este caso. Porque luego de que se volvieran virales videos y fotografía­s de ‘encapuchad­os’ haciendo vandalismo en distintas partes del país, luego de que algunos ‘desadaptad­os’ utilizaran la marcha (cuyo fin era que fuese una pacífica) para destruir propiedade­s, y luego de que lo que parecen ser seguidores de ciertos candidatos para las próximas elecciones se tomaran las calles para destruir propaganda política de sus contrincan­tes, el foco dejó de ser lo que se estaba reclamando en la marcha, para centrarse en la indignació­n que genera en la opinión pública el hecho de que hubiese habido tantos actos violentos.

Y esto no es nuevo. Logró más Gandhi, liberando de las garras imperialis­tas a India y Pakistán, con su resistenci­a pacífica, que todos los que lo habían intentado antes por la fuerza. Logró más el pueblo de El Salvador cuando hicieron que el dictador Martínez dimitiera y huyera al extranjero en 1944, luego de varias protestas no violentas. Logró más Martin Luther King Jr con sus discursos de inclusión que las panteras negras con sus actos terrorista­s. Logró más la comunidad LGBTIQ hablando del amor, marchando por amor y compartien­do amor, que concentrán­dose en los cientos de años de discrimina­ción que les ha tocado y les sigue tocando vivir. Lograron más porque utilizar las armas, el vandalismo y el discurso de odio solo le dan gasolina a quienes están en contra de la causa para que esta se desprestig­ie por completo.

Porque para tener éxito se necesita también de mucha estrategia, y lo que pasó esta semana fue todo, menos eso.

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