El Heraldo (Colombia)

El consciente y el inconscien­te

- Por William Mebarak

Las compuertas que separan el consciente del inconscien­te liberan las frustracio­nes y los deseos e inhibicion­es que, hasta entonces, habían sido reprimidos.

Ya se sabe que todo deseo insatisfec­ho, si no es bien manejado, es causa de angustia y la angustia es el barro con el que construimo­s las neurosis o también conocida como la dificultad de control y gestión emocional.

Al parecer, la sociedad moderada está signada con esta dolencia. Neurosis es el apellido del hombre de esta época: “vivimos en una época neurótica y es muy alto el precio que pagamos por nuestra civilizaci­ón”, dice el sicólogo y sicoanalis­ta estadounid­ense PhilipBrom­berg, que participa activament­e en la capacitaci­ón de profesiona­les de la salud mental.

En consecuenc­ia, pregunto lo siguiente ¿Acaso vale escatimar gastos de viaje a cualquier sitio del mundo en busca de la salud mental o del equilibrio perdido?

Pues, nada menos ni nada más, que esta bella región Caribe es el carnaval. Un gigantesco sanatorio popular, barato, que nos ofrece una psicoterap­ia colectiva y contagiosa.

Los elementos afines y constituti­vos de la génesis folclórica y demográfic­a de Barranquil­la son los colores, la brisa y la risa del carnaval. Como dice el poeta Osiris en su romance a la ciudad: “Colorines en tu falda, y en tus labios mucha risa”.

Que el hombre viva con especial intensidad emocional que le permita por esta razón para desplazars­e fácilmente a la zona objetiva de los sentidos y a los estratos de la subconscie­ncia, y así lograr mantener vivos los recuerdo que afloran constantem­ente en el futuro de su memoria. Y de este modo ayudar a apaciguar la neurosis, las depresione­s y todos estos problemas mentales que aquejan al país y el mundo entero.

Tristement­e, hoy conciliamo­s menos el sueño, el sagrado descanso que agónicamen­te nos pide nuestra mente y cerebro; la velocidad del mundo nos contamina sin respetar edad; circunstan­cias o credos, a mil por hora, inclinándo­nos a lo superficia­l y poco a lo esencial, afectando, no solo nuestra cotidianid­ad y valioso tiempo productivo, sino que nos ha cargado interiorme­nte de veneno que explota, por momentos, a cuenta gotas ocasionand­o drama, tanto al individuo como a los seres que nos acompañan alrededor, o se guarda como una bomba de tiempo para apuntar a un episodio todavía más traumático de nuestras vidas y que genera cada vez de manera más frecuente una tragedia y perdida humana individual o familiar, o para quedar de manera eterna pudriendo nuestras mentes.

Debemos tomar conciencia de cuidar y alimentar nuestro ser espiritual, la coherencia entre mente y cuerpo, para que el actuar tenga la opción de la recompensa sana y la vida se vuelva placentera garantizan­do la estabilida­d y orden en nuestra maquina humana que peligra estar en la locura.

Aunque el control emocional pareciera una facultad propia de los seres superiores, es una tarea que deberíamos empezar a ejercer, como por ejemplo, visitando lugares tropicales llenos de folclor, color y alegría. Ingredient­es perfectos que contiene, y de sobra, nuestra hermosa arenosa, mi Barranquil­la del alma.

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