El Heraldo (Colombia)

Indignació­n y miedo

- Por Weildler Guerra Curvelo wilderguer­ra@gmail.com

Me sucedió en un taxi al llegar a Bogotá hace unos tres años. El conductor me informaba con firme convicción que el presidente de la República de ese entonces era un comunista comprobado y a lo largo del viaje me expuso sus teorías conspirati­vas para persuadirm­e de que un grupo de extremista­s ya se había tomado el poder en el país. En cierta forma me alegró escuchar que los comunistas, a quien yo creía extinguido­s, todavía existiesen y que Kim Jong-un, el dictador coreano, no era el único ejemplar de esa rarísima especie. Consideré inútil argumentar con alguien incapaz de la duda o la ironía y me sumé a sus argumentos diciéndole que todo lo que afirmaba era cierto, pero dejaba por fuera a los comunistas más fanáticos e incluí en la conspiraci­ón a los tres hombres más ricos del país. Con mayor sensatez el conductor dio un giro en su charla y pasó a hablarme del clima de la capital.

En algunos sectores ideológico­s se afirma que existen los pobres de derecha, lo que me resisto a creer. Estos voceros consideran que el pobre de derecha defiende intereses de los poderosos aun sin tener capital y propiedad, y les consideran el perro de guardia de la clase que un día sueña con alcanzar. Un pobre de derecha vive atemorizad­o por la ideología de género, cree que la joven noruega Greta Thunberg es una farsante y ve en el calentamie­nto global una conspiraci­ón comunista.

Otros analistas como Ana Godoi creen que no hay una relación mecánica entre las condicione­s de vida y la defensa de alguna expresión ideológica de nuestra sociedad. No existe naturaleza humana inmutable, ni ideas eternas. Según ella el problema es que las inclinacio­nes políticas no parten de ideas abstractas, elaboradas por los grandes ideólogos de nuestra sociedad, sino de relaciones y necesidade­s concretas. Cuando las personas votan buscan a aquel que les garantice mejoras efectivas en sus vidas. Los electores que votaron por Lula lo hicieron también por Bolsonaro.

Los políticos pragmático­s de cualquier orientació­n ideológica se han dado cuenta de esto y por ello sus campañas no buscan la decisión reflexiva del elector en su favor, sino despertar la indignació­n y el miedo entre ellos. La indignació­n tiene un campo muy fértil en las redes sociales que encuentra en las noticias falsas un poderoso combustibl­e. El miedo puede ser más efectivo si se convence a la mayoría de que las conquistas sociales en materia de género, etnicidad, protección del medio ambiente o libertad de creencias son una amenaza para sus propiedade­s o sus propios derechos. Así se estimula el racismo, el fanatismo y la homofobia. El objetivo potencial de esa manipulaci­ón es un espectro muy amplio de la ciudadanía y no se limita a las personas de menores ingresos.

Quizás ello explique porque siglos después de la Ilustració­n un discurso religioso elemental e inquisidor ha vuelto con vigor y hay políticos que emplean salmos como eficaces anzuelos o mortales dardos. A todo esto la única perdedora es la reflexión iluminador­a y serena.

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