Es la evolución
Siempre que planteo este tema, independiente del escenario o del nivel académico, me miran con una ceja levantada, en señal de “¿cómo así?”. Es que no es fácil aceptar que aquello considerado por la ciencia como un trastorno o enfermedad y aceptado por la comunidad mundial como tal y que, además, se caracteriza por unos comportamientos dramáticos por lo perturbadores, sea visto como un producto de la evolución de la especie humana. Me refiero a “enfermedades” como el Trastorno por Déficit con/sin Hiperactividad (TDAH), el Trastorno del Espectro Autista (TEA), el Trastorno de Integración Sensorial (TIS), el Trastorno del Aprendizaje No Verbal (TANV), y otros más, los cuales, según mi hipótesis, no son entidades patológicas independientes sino que hacen parte de un continuum no necesariamente patológico de variedad del proceso evolutivo.
Cuán difícil ha sido encontrar una causa orgánica definitiva en ellas que explique a satisfacción todos sus comportamientos y/o síntomas, a pesar del enorme desarrollo de los métodos de diagnóstico y estudio. En un extremo del espectro, el TDAH ha sido estudiado en todas sus posibles etiologías y lo que se sabe es que se trata de un trastorno neurobiológico heterogéneo, complejo y multicausal. En otro extremo, el TEA es un gran paraguas que cobija todo aquello que se parece al Autismo y, peor que en el anterior, hay tantas variedades que complican más la explicación, ¿qué diferencias hay entre el cerebro de un Autismo clásico del Asperger, el Savant, la Hiperlexia, el Trastorno Semántico Pragmático, la Dislexia Vera?
Ahí es donde cabe la pregunta, si no es un defecto en la estructura o funcionamiento cerebral, ni son las vacunas, ni el plomo de la gasolina, ni el mercurio de los pescados, ni contaminantes ambientales, ni brujería, ni designio divino, entonces, ¿cuál es la explicación?
En ninguna de las entidades mencionadas se demuestra daño cerebral como tal, pero sí disposiciones distintas de la arquitectura cerebral bien definida en algunos casos que apuntan a la formación de una nueva estructura, no necesariamente dañada. Lo del Autismo es asombroso: tendencia a un cerebro más grande, neuronas que sirven para una función aparecen en otros sitios, tractos nuevos entre una corteza y otra, y otros cambios con respecto al cerebro típico, que permiten comprender capacidades y competencias superiores al promedio, y a mí me hacen levantar una ceja y preguntarme: ¿son enfermedades?
Veo desfilar en mi consulta chicos y chicas con unos cuerpos distintos, comportamientos distintos, formas de pensar distintas, un emocionar distinto, no necesariamente patológicos, que tocará aprender a diferenciar ahora porque, en pocos años, habremos de inventar nuevos diagnósticos para describir a los hijos de nuestros hijos, es inevitable y no es una desgracia.
Mientras tanto, me maravillo con el hacer de la naturaleza.