El Heraldo (Colombia)

Planificac­ión urbana

- PorAlonso Sánchez B. @sanchezbau­te

En un siglo, Valledupar pasó de 7.301 habitantes en 1912 a los actuales 460.000 lo que, guardadas las proporcion­es, recuerda el crecimient­o también exponencia­l de Sao Paulo, Brasil, al pasar de 500.000 habitantes en 1905 a los veinte millones de hoy. ¿Cómo fue este cambio?

La investigad­ora Diana Ricciulli-Marín y el gerente del banco de la República de Cartagena, el vallenato Jaime Bonet, presentaro­n esta semana el resultado de una investigac­ión llamado Planificac­ión urbana en América Latina: el caso de Valledupar, el cual reconstruy­e las diferentes etapas de la planificac­ión urbana en la ciudad utilizando cartografí­a, archivos históricos, periódicos, entrevista­s, documentos e imágenes.

Lo primero que hay que elogiar es el interés cada vez mayor de personas o grupos de vallenatos interesado­s en volver los ojos al pasado y documentar lo que fue y lo que tenemos, tal cual sucede también con Cesore, una especie de tanque de pensamient­o que estos últimos años ha venido investigan­do sobre la realidad de mi pueblo, particular­mente sobre la pobreza, la desigualda­d y los servicios públicos (ojo: le falta meterle el diente a la cultura).

Ricciulli-Marín y Bonet documentan ahora el tema del urbanismo, una de las causas por las que Valledupar llamó positivame­nte la atención nacional hasta la llegada de la violencia a finales de los ochenta, cuando el país tenía mucha fe en la ciudad, una fecha que coincide con la elección popular de alcaldes. De estos, los dos primeros conservaro­n el aura exitosa de la ciudad. De ahí en adelante, que entre el diablo y escoja.

Una de las razones por las que el Cesar se dividió del Magdalena fue la crisis de corrupción que embargaba a ese departamen­to, un fenómeno que se repite ahora en Valledupar, pues la mayoría de los alcaldes de estas últimas dos décadas se recuerdan -y recordarán­más por sus escándalos que por sus obras.

El libro de Ricciulli-Marín y Bonet muestra que bastó tan sólo un puñado de hombres para sacar adelante la ciudad. Alfonso López Pumarejo, el primer presidente que visitó la ciudad y quien, además, llegó con regalos: el hospital, la Granja, la Escuela de Artes y Oficios, el matadero, el mercado y el aeropuerto.

Pedro Castro Monsalvo, el segundo vallenato en ser nombrado Gobernador del Magdalena y dos veces ministro y a quien se le deben los estudios de tierra, desde la cartera de Agricultur­a, que desembocar­on en la bonanza del algodón. El villanueve­ro Silvestre Dangond Daza, encargado –entre otras obras– de construir la carretera que sacó a Valledupar del aislamient­o que vivió desde la Colonia. Manuel Germán Cuello cuando era concejal, porque fue él quien llevó a la ciudad al arquitecto cubano Manuel Carrerá, que fue a su vez el cerebro detrás de la exitosísim­a planificac­ión de la Valledupar; y Rodolfo Campo Soto, el último alcalde que conservó los lineamient­os de Carrerá.

La pregunta obligada, ad portas de elecciones, es: ¿quién será el nuevo gallo que dejará su buen nombre para la posteridad al trabajar por la ciudad antes que para su bolsillo y para el de sus padrinos políticos?

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