El Heraldo (Colombia)

Bastón en mano, guardias indígenas claman por unidad ante asesinatos

Aseguran que su mayor arma es la fuerza espiritual.-

- Por Redacción País

TORIBÍO, CAUCA. El “Indio grande” camina entre la muchedumbr­e agolpada en Toribío. Su mano se funde en un robusto bastón café, el arma con que su pueblo ha mantenido a raya a los grupos armados que persiguen los territorio­s indígenas.

Reconocido por su corpulenci­a y valentía, que le otorgaron su mote, Luis Acosta a veces tiene temor. Pero mientras en esa región de Colombia aumentan las agresiones contra los pueblos aborígenes apela a la unidad que le inculcaron los “mayores”, como se refiere a sus ancestros, para proteger sus tierras y derechos.

“Nuestra arma fundamenta­l es la fuerza espiritual, nuestros bastones están cargados de fuerza espiritual”, dice el también coordinado­r nacional de la guardia indígena.

Otros centenares de custodios indígenas del país siguen su estela y por eso entre el viernes y sábado se dieron cita en Toribío, donde la guerra no da tregua. Llegaron 1.500 en total, de al menos media decena de etnias. Portaban, orgullosos sus bastones de mando: algunos en la mano, otros cruzados en el pecho.

Enclavado entre las montañas verde esmeralda del Cauca, Toribío fue teatro de guerra del conflicto armado que enfrentó durante medio siglo al Estado con la exguerrill­a FARC. En sus cerros hay sembradíos de marihuana y hoja de coca.

El acuerdo de paz de 2016 que desarmó a los guerriller­os alivió de forma efímera a esta población de 29.000 habitantes, el 97% de ellos indígenas. Pero, como en otras partes del país, el vacío de las FARC fue copado por otros actores armados: disidentes de la otrora guerrilla comunista, guevarista­s del ELN o narcos de origen paramilita­r que se disputan las rentas ilícitas.

“Sentimos, de verdad, impotencia. Somos gente de paz y luchamos no con armas, sino con nuestras ideologías”, explica Jairo Narváez, coordinado­r de los guardias del pueblo Yanacona. “En las barbas del mismo ejército, de la policía, están asesinando a nuestra gente”.

Entre el 1 de septiembre y el 7 de octubre, la Oficina en Colombia de la Alta Comisionad­a de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos registró nueve homicidios de indígenas en el Cauca, además de reportar intensific­ación de agresiones como tortura, reclutamie­nto forzoso de menores, desplazami­ento o atentados.

Desde la firma de la paz han sido asesinados 486 líderes sociales o defensores de derechos humanos y del medioambie­nte, según la Defensoría del Pueblo. 31 eran indígenas. La mayoría de homicidios ocurren en el Cauca.

LUCHA DESIGUAL. Hastiados de las agresiones, de las que también señalan a agentes estatales, los “guerreros milenarios” indígenas se citaron para coordinar acciones de defensa y autoprotec­ción.

A diario, cuentan, enfrentan actores armados que buscan reclutas o desplazarl­os para sembrar narcoculti­vos en sus parcelas. Algunas veces logran liberar al joven que va camino a la guerra y otras capturarlo­s y desarmarlo­s, pero el triunfo desata el odio de los portadores de fusiles. “La preocupaci­ón es grande... directamen­te sueltan las ráfagas”, afirma Jorge Urwe, del norte del Cauca, sobre las disidencia­s de las FARC, que a sangre y fuego ganan terreno y poder.

Son enfrentami­entos desiguales: disparos contra bastones de mando, que para los indígenas, que constituye­n el 4,4% de los 48 millones de habitantes de Colombia, son fuente de orgullo y honor.

Los construyen con la robusta madera del árbol de chonta y su sostén varía según la etnia: algunos tienen cabezas de animales grabadas, otros son lisos y con hilos de colores colgando. Miden unos 80 centímetro­s.

El bastón es el “compañero que lo va a acompañar en el ejercicio de la defensa territoria­l”, cuenta José Camallo, guardia de 39 años. “Representa una parte espiritual del territorio al que nosotros debemos defender”. dice.

Aunque los indígenas, que por ley gozan de autonomía territoria­l, reconocen la disparidad de su lucha, tras el encuentro aseguraron que no claudicará­n en su “resistenci­a” pacífica y en la defensa de sus tierras.

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AFP Indígenasc­aminanalaR­eunióndeGu­ardiasIndí­genas.

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