Una victoria tardía
La normalidad en que se desarrolló la exhumación de Franco evidenció que España está cambiando. Lo importante ahora es que el dictador salga de la agenda diaria y pase definitivamente a los libros de Historia.
Cuarenta y cuatro años después de su muerte, el dictador Francisco Franco fue exhumado ayer de su sepultura en el grandioso mausoleo del Valle de los Caídos y trasladado al cercano cementerio de Mingorrubio, en El Pardo, un barrio de las afueras de Madrid que fue sede de la dictadura y donde reposan los restos de su esposa.
En otro momento de la historia española, un acontecimiento de estas dimensiones habría sido impensable por los riesgos de confrontación civil que hubiera entrañado. Sin embargo, la ceremonia discurrió en relativa calma. Ni la Iglesia ni los principales partidos de derecha se opusieron formalmente al traslado, aunque el PP y Ciudadanos no desaprovecharon la ocasión para criticar al presidente socialista, Pedro Sánchez, por su “obsesión con el pasado”. Solo grupos residuales de ultraderecha protagonizaron algunas protestas. Muchos españoles celebraron la exhumación como una victoria –tardía, eso sí– de la democracia contra un dictador que se sublevó contra el Gobierno constitucional en 1936, que sumió al país en una cruenta guerra civil, que aniquiló a sus opositores tras la victoria y que, después de casi cuatro décadas en el poder, murió en la cama. Aunque la sombra de Franco pesa cada vez menos en la vida cotidiana de España, como lo evidenció la normalidad con que se desarrolló su exhumación, las heridas de la Guerra Civil siguen abiertas. Sobre todo en la generación que padeció en sus carnes el franquismo y sus descendientes, que siguen clamando por justicia.
Y es que, más allá del viejo debate sobre las circunstancias que desencadenaron el levantamiento de Franco (los defensores del dictador aún alegan que este actuó para salvar al país del caos provocado por el gobierno de los ‘rojos’), la dictadura no trajo el periodo de paz que pregonaba la propaganda de la dictadura. El hecho es que, tras el fin de la guerra, Franco practicó una estrategia feroz de exterminio de sus rivales. Y mientras los franquistas pudieron enterrar a sus muertos, España quedó convertida en un gigantesco cementerio a cielo abierto de víctimas republicanas, cuyos cadáveres aún permanecen perdidos en fosas comunes o en las cunetas. Quizá muchos lectores lo ignoren, pero España es incluso hoy día el segundo país del mundo con más desaparecidos (unos 140 mil), tras Camboya.
¿Qué sigue ahora, tras la exhumación del dictador? Lo más inmediato es decidir qué se hará con el Valle de los Caídos. Si se convertirá, como aconsejan los expertos, en un gran centro de la memoria. Pero sin duda lo más importante es que llegue el día en que Franco desaparezca de la agenda española y pase definitivamente a los libros de Historia.
España es incluso hoy el segundo país del mundo con más desaparecidos, después de Camboya. Casi todos son víctimas republicanas del franquismo, que yacen en fosas comunes o en cunetas.