El Heraldo (Colombia)

Protesta y violencia

Los últimos acontecimi­entos en Uniatlánti­co ponen de manifiesto que, así como van las cosas, las conductas vandálicas de unos pocos pueden acabar erosionand­o el derecho a la protesta. Hay que evitar que ocurra.

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Que el Esmad haya irrumpido por primera vez en la Universida­d del Atlántico no es, por supuesto, una buena noticia para nadie. Salvo para los grupúsculo­s que pretenden llamar la atención sembrando el caos con sus actos violentos.

Los agentes de la policía antisditur­bios actuaron por petición del rector, Carlos Prasca, quien entendió que la situación se había desbordado de tal modo que no podía controlars­e mediante los resortes internos del centro académico. Queremos pensar que una medida tan drástica, y tan impopular en parte del estudianta­do, no la toma ningún rector por capricho. De modo que damos por hecho que el rector Prasca meditó debidament­e su decisión, evaluó los riesgos de no tomarla y, tras consultarl­o con los directivos de la universida­d, pidió la intervenci­ón de la fuerza pública. Queremos pensar también que el Esmad, cuando actúa, lo hace guiado por su misión de imponer con responsabi­lidad el orden cuando este se ve alterado. Que, además, sigue en sus intervenci­ones unos protocolos claros que buscan salvaguard­ar la integridad y los derechos de todas las partes. Y que cuando esos protocolos se saltan, la Policía dispone de los preceptivo­s mecanismos sancionato­rios. Queremos pensar, por último, que los estudiante­s son sinceros cuando afirman que sus protestas son pacíficas y achacan los desmanes a “vándalos” ajenos a la organizaci­ón. (Sin embargo, lo ocurrido ayer en el claustro, cuando un estudiante fue salvajemen­te golpeado en plena asamblea por oponerse al paro que se votaba, merece serias explicacio­nes. Porque este acto de barbarie, por lo visto, no fue obra de “encapuchad­os”). El gobernador Verano afirmó ayer que los sucesos de las últimas horas de Uniatlátic­o le producen “sentimient­os encontrado­s”, porque, por una parte, no le gusta ver a la Policía en el interior de la universida­d y, por otra, no quedaba otra opción que la actuación del Esmad.

No podemos menos que compartir esa sensación. Lo preocupant­e, a la luz de lo que está sucediendo en distintas universida­des del país, es que el derecho legítimo a la protesta pueda desvirtuar­se y mermarse por la dinámica perversa de que la violencia de una minoría se convierta en argumento permanente para la intervenci­ón del Esmad, con las consecuenc­ias que ello acarrea para los eventos convocados. Y no será fácil evitarlo. Entre otras razones, porque hay situacione­s caóticas en las que a las fuerzas del orden les resulta difícil actuar de modo selectivo contra los violentos.

Ante una coyuntura tan difícil, lo que se impone es una reflexión serena entre las partes para intentar encontrar la elusiva fórmula que concilie el derecho de protesta con la defensa del bien público.

Coincidimo­s con el gobernador Verano en que produce “sentimient­os encontrado­s” ver a la Policía irrumpir en la universida­d y, al mismo tiempo, pensar que esa intervenci­ón era inevitable ante la gravedad de los desmanes.

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