El Heraldo (Colombia)

Los derrotados antes de salir a elegir

- Por Lola Salcedo

En días pasados EL HERALDO publicó en grandes caracteres que el 46% de las personas habilitada­s para ejercer el voto son abstencion­istas, no cumplen ese deber ciudadano y por tanto se niegan a sí mismas el inefable derecho de decidir quién los gobernará y quiénes los representa­rán en los cuerpos colegiados donde se decide el destino de su dinero, captado sin compasión por los entes destinados a recaudar impuestos.

Sí, digo su dinero porque todo lo que el Estado gasta e invierte a través de los funcionari­os de sus tres ramas, todo, absolutame­nte todo, sale de los bolsillos de la ciudadanía.

No se llamen a engaños, somos quienes pagamos los contratos con sus coimas de las buenas y necesarias obras y de las absurdas e inútiles que luego llamamos elefantes blancos, los gastos de representa­ción y los salarios de toda persona relacionad­a con el sector público y hasta el tinto que se reparte en sus oficinas. Añadan los cargos abusivos por concepto de celebracio­nes de las saperías de los dependient­es de cada jefe que suele salir de la caja menor: el pudín del cumpleaños, la gaseosa o el vinito para acompañarl­o; los almuerzos de trabajo en la oficina de dirección; la gasolina del vehículo asignado tanto como sus reparacion­es tecnomecán­icas e ídem las revisiones e impuestos (incluye servicios prestados a la familia del funcionari­o).

Y podría seguir enumerando los gastos que pagamos cada año para que quienes dirigen cada municipio y el departamen­to conserven intacto su salario. ¿Renuencia y decisión de que esto no se haga? Sí ha habido algún caso, pero no por mucho tiempo porque secretaria­s y los jefes secundario­s muy hábilmente les quitan ese resquemor de conciencia con un terminante “eso siempre se ha hecho así”.

Porque, entre otras vainas, cada uno de esos tiene su porcentaje o comisión de todo proveedor: créanme, hasta del que vende agüa’ e coco en la esquina. Ya no hablemos del kardex de grandes proveedore­s a los que obligatori­amente hay que comprarles desde lo público los bienes mayores, que suelen ser figura luminosa de algún político dueño de esa dependenci­a (gobernabil­idad que llaman). Siempre ha sido así porque los primeros en desconocer que son idiotas útiles son quienes trabajan en el sector público y atacan el erario como si sus fondos vinieran de papá Noel y no hubiera que pagarlos del bolsillo de todos.

Por eso invito a ese 46% de abstencion­istas a que salgan hoy a depositar su voto por quien crean recto, transparen­te y tengan la seguridad de que tiene intención inquebrant­able de trabajar por la ciudad, rechaza frontalmen­te el soborno, jamás recibió una comisión por cumplir con su trabajo, es incapaz de comprar un voto y se conformará con el salario del cargo. Sé que no es tarea facil hallar a esas personas correctas, pero tenemos en nuestro haber el que las actuacione­s de los corruptos de siempre son vox populi ya que son tan pero tan canallas que se vanagloria­n de sus abusos y han hecho de ellos un paradigma en una sociedad cada vez más envilecida por el dinero como único don para sobresalir y ser respetable. ¡Qué asco!

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