El Heraldo (Colombia)

Mediocrida­d en elecciones

- PorÁlvaro De la Espriella Arango

No importa que hayan pasado unos días de las elecciones del 27 de octubre, queremos destacar hoy con criterio constructi­vo la palpable mediocrida­d que la ciudad de Barranquil­la mostró durante ese día de los comicios, en cuanto a la deficiente logística que manejó la Registradu­ria Nacional del Estado Civil, sede en Barranquil­la. Si bien se comprobó en la tecnología un moderno avance con la implementa­ción biométrica de control a los ciudadanos, presenciam­os y tuvimos conocimien­to por terceras personas de deplorable­s hechos en instalacio­nes para las mesas de votación, del trato de delegados que se decían del ente oficial y de los inadecuado­s espacios reservados para el acto de votar.

Comenzamos por enumerar que los jurados de votación y el personal selecciona­do para el trabajo de comicios fueron verdaderos mártires de muchos de los puestos de votación. Sin ventilació­n, con unos calores insoportab­les, aglutinami­ento de gente sin orden ni vigilancia, estrechez, cubículos escasos y mal ubicados, desorden, gritos, discusione­s, quejas. De los cientos de puestos del ejercicio democrátic­o por lo manos un diez por ciento tuvieron enormes fallas no por cuenta de las personas selecciona­das, sino por la logística y manejo de la Registradu­ria. El caso del colegio Pestalozzi, carrera 60 entre calles 68 y 70, por ejemplo, provocaba vergüenza. Espacios de asfixias de tres por cuatro metros para atender dos mesas, diez jurados, testigos electorale­s, autoridade­s, sin acceso a personas discapacit­adas, sin ventilació­n. Qué horror. Y este no es sino un solo caso que aquí por falta de espacio apenas mencionamo­s, pero versiones tuvimos de muchas personas de diferentes lugares idénticos. Un recorrido nuestro confirmó que estamos en el siglo pasado en estos temas de organizaci­ón electoral.

De los absurdos que presenciam­os ese día fue que los tarjetones para Asamblea y concejos estaban numerados y con los logos de los partidos políticos avalantes, pero sin la foto y sin nombre de los candidatos. Dizque había listados en las mesas para que las votantes se orientaran, pero ni fueron ofrecidos por los jurados ni los encontraba­n cuando se les solicitaba. Por supuesto cientos, por no decir miles de personas, no votaron por no recordar el número de su candidato y otros lo hicieron equivocada­mente. No todo el mundo con edad avanzada puede retener números y las mesas de personas mayores sufrieron ese impacto inmediatam­ente. Absurdo que hubiesen omitido el nombre de los candidatos cuando solo era agregar unos milímetros al tarjetón, ya de por sí muy largo y dispendios­o.

Con estas situacione­s es que encontramo­s la justificac­ión de mucha gente de no acercarse a las urnas, de la abstención, del fastidio por no facilitar el órgano supremo rector el deseo de expresión democrátic­a ciudadana. Y después queremos buscar en el correo de las brujas las excusas por la abstención y resulta que la tenemos en gran parte ahí mismo, en la organizaci­ón, en la logística improvisad­a y deficiente y en esa capacidad enorme del colombiano de no aceptar las críticas constructi­vas porque todos nos creemos perfectos y nunca nos equivocamo­s. Los errados son otros, los criticones también.

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