Nuevo contrato social en Colombia
Todo ser humano camina siempre con su sombra cuando alumbra el sol, nos enseñaba Carlos Gustavo Jung para expresarnos que, por muy buena que sea nuestra vida, siempre habrá algo oscuro en ella que no es sano negar. Debemos reconocer nuestras sombras, dialogar con ellas y de manera responsable encontrar soluciones a esa parte oscura de nuestra existencia.
Ocurre lo mismo con las naciones. Nuestros gobernantes tratan continuamente de convencernos de cuánto brilla el sol. Pero el común de los ciudadanos solo vemos sombras oscuras y amenazantes.
Lo que está ocurriendo en la mayoría de los países de América Latina es un descontento cada vez más generalizado. Muchos sienten rabia y enojo, y los invade un clima de pesimismo, como si no hubiera instituciones que den confianza. Y, a pesar de las recientes elecciones, la gente ha ido deslegitimando la política.
La gran sombra que se está volviendo cada vez más difícil de tolerar es la desigualdad. Para millones de los colombianos se ha vuelto un desafío diario satisfacer mínimamente sus necesidades humanas básicas fundamentales. Mientras, el capital no para de crecer.
Parece que nuestros gobernantes vivieran en una burbuja, sin darse cuenta de los trascedentes cambios que están ocurriendo en la sociedad contemporánea.
Por mi trabajo profesional, todos los días estoy dialogando con jóvenes y ellos tienen una nueva manera de ver el mundo. Orientan sus vidas por valores como la igualdad, la protección del planeta, la dignidad, la inclusión social. Los jóvenes de hoy no van a conformarse con ser pobres; los que no tienen oportunidades caminan raudos hacia el crimen, y la mayoría hacen profundos cuestionamientos a este modelo de vida.
Otro cambio importante en el mundo de hoy es que gracias a las redes sociales la ciudadanía puede expresar libremente sus ideas, como lo demostrarn los hechos ocurridos en Chile. Hoy existen nuevas formas de cohesionarse y una gran capacidad de convocatoria para movilizar a la personas para protestar contra la injustica. Sin gastar un peso, en un día salieron un millón 200 mil chilenos a expresar su descontento por las inequidades. Y porque no están de acuerdo con la vida precaria a la que los somete el capital coludido con los gobernantes y a una Constitución que no da garantía a sus derechos.
No deja de ser preocupante cómo en Colombia los gobernantes no se dan cuenta que las visiones tradicionales de la economía están caducas. No se están viendo las oportunidades que genera la sociedad del conocimiento. No quieren aceptar que la riqueza de hoy no es la propiedad de la tierra, ni tampoco que el fin sea pretender seguir viviendo de la extracción minera del petróleo y el carbón. Porque esa riqueza se agota, mientras que el conocimiento se multiplica.
No podemos esperar que explote la bomba social y después darnos por sorprendidos. Si quienes orientan al país no hacen un esfuerzo por construir un nuevo contrato social, con mayor justicia y con medidas efectivas de reducción de la desigualdad, las sombras no permitirán ver el sol.