El Heraldo (Colombia)

Evitar la deriva violenta

- Por Rafael Nieto

No seré yo, que he salido a marchar varias veces, quien critique a quienes deciden hacerlo ahora. Los derechos son buenos para todos, no solo para quienes tienen nuestra misma posición política o ideológica. Más aún, eso es la democracia: igualdad frente a la ley, sin discrimina­ción, y oportunida­d para quienes no están en el gobierno de manifestar­se y, si lo consideran necesario, protestar. Así que si antes he pedido que se respete mi derecho, ahora pido lo mismo para los otros, por mucho que no comparta sus motivacion­es.

Motivacion­es que, por cierto, son abierta y descaradam­ente mentirosas. La causa, según los promotores, son “las reformas pensional y laboral y el paquetazo económico neoliberal que prepara el gobierno Duque” por, dicen, presión del FMI. Pero a esta hora “no hay una sola letra escrita de la reforma pensional o de la laboral”, dijo la Mintrabajo, que también advirtió que no es verdad que se vaya acabar Colpension­es. Y si algún gobierno no necesita acudir al FMI es este. No hay y no habrá tal “paquetazo”. La verdadera motivación es debilitar al gobierno Duque tanto como les sea posible.

Ahora, la manifestac­ión y la protesta deben ser pacíficos. El Estado no solo tiene el derecho sino el deber de reprimir a los vándalos y neutraliza­r a los violentos, usando la fuerza de manera proporcion­al, sin excesos pero con firmeza. Tanta como sea necesaria. Hay que garantizar que se pueda protestar, claro, pero su tarea básica es proteger los derechos y libertades de todos. Nunca será legítimo que se acepte o tolere la violación de los derechos de los ciudadanos so pretexto de defender la protesta.

Por otro lado, se deben regular el paro y las marchas. Los tratados internacio­nales dicen de manera inequívoca que el ejercicio de estos derechos está “sujeto a las restriccio­nes previstas por la ley, que sean necesarias en una sociedad democrátic­a”. A la pregunta de si es posible y lícito regular “la protesta social” la respuesta es inequívoca. El Estado no solo tiene el derecho sino que es su deber establecer las condicione­s en que debe ejercerse el derecho. De manera que el Gobierno debería definir con claridad, entre otras cosas, los lugares de concentrac­ión, la ruta y los horarios permitidos, las “restriccio­nes” en medio de las cuales pueden ejercerse la protesta. Regulación razonable.

A mí no me preocupa el paro. Mi miedo es la deriva violenta, el eventual efecto contagio de Chile. Ese debe ser evitado, con absoluta firmeza, por los organizado­res del paro y por los manifestan­tes. Y, si le toca, por el Gobierno: no puede dudar ni por un instante en usar la fuerza necesaria y proporcion­al si lo obligan a ello. Si muestra debilidad, se lo tragan los acontecimi­entos.

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