El Heraldo (Colombia)

Da Vinci allá y Obregón acá

- Por Jesús Ferro Bayona

“Vamos con todo”, dijo el director del Museo del Louvre refiriéndo­se a la exposición de 180 obras de Leonardo Da Vinci. Quedó abierta al público de aquí a febrero del año entrante. De esa cantidad, 12 son cuadros entre los que se cuenta la célebre, y multitudin­ariamente visitada, ‘Mona Lisa’. Todos los que hemos pasado por París la vimos, dándonos codazos con turistas chinos, japoneses y etcétera, que disparan sus teléfonos móviles contra la pintura que se encuentra protegida por vidrios a prueba de balas y explosivos en la Sala de los Estados del museo. Quien haya estado allá, y no hizo clic con su cámara, está en nada.

¿Porqué tanto ruido con esa pintura al óleo de los años de 1500? Es que es tan bella con su sonrisa, y la fama la ha seguido, cómo no, desde cuando llegó a París adquirida por el rey de Francia, siendo

Da Vinci ya muy célebre. Los italianos lo reclaman porque nació allá; los franceses también porque murió en Francia.

¿De dónde es uno? Pregunta que nos hacemos quienes nacimos en un sitio y vivimos en otro. Es la pregunta que se les hace a todos los inmigrante­s, unas veces con mala fe, por parte de los nacidos, o mal nacidos, en la tierra ocupada por los que vienen de afuera. ¿Dónde naciste? Los nativos suelen ser excluyente­s. Y más por estas épocas en que las migracione­s son tumultuosa­s, trágicas, desgarrado­ras.

El pintor Alejandro Obregón fue uno de esos inmigrante­s. Nació en Barcelona, vivió aquí y murió en Cartagena. Por cerca de diez años, contemplé diariament­e su ‘Toro cóndor’ (1959). Cada mirada me estremecía los sentidos, y también el alma. El cuadro y otros más fueron puestos en custodia en la Universida­d del Norte, por lo que estaba colgado en la Rectoría, tan grande como majestuoso. Más tarde, algunas de sus pinturas fueron entregadas por el Centro Artístico al Museo de Arte Moderno de Barranquil­la para ser expuestas en el nuevo edificio que se construye a paso de tortuga en el Parque Cultural del Caribe.

Me dicen que hay problemas con los recursos económicos para poder terminarlo. No es raro, ya que se trata de una construcci­ón pública, que se retrasa más cuando su objeto es preservar el patrimonio cultural. Pero llegará el día en que podamos ver ahí, como correspond­e, el valioso legado de Obregón, Grau, Loockhartt, y de tantos otros artistas que le han dado renombre al Caribe. La ciudad tiene en su haber un tremendo gancho artístico para atraer a propios y extraños, pero hace falta mucho por mostrar de la cultura local, y para sacar a Barranquil­la de la mal –¿o bien?– ganada fama de ser más que todo una ciudad fenicia. Precisamen­te, el año entrante se cumplen cien años del nacimiento de Alejandro Obregón. La ocasión es propicia para mostrar su obra y otras, regadas por la ciudad, incluyendo el inmenso telón de boca ‘Se va el caimán’, que pintó para el Amira, aunque el Teatro continúe cerrado. Como hicieron los del Louvre con Da Vinci, ¿ porqué no ir con todo por acá con Obregón?

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