El Heraldo (Colombia)

Estoy marchando

- Por Haroldo Martínez

Como colombiano testigo de una realidad económica, política, social, cultural, que ha afectado de manera dramática nuestras vidas y con el gran temor de saber que estamos al borde de un colapso total como nación porque no hay de parte del Estado una sola manifestac­ión que nos muestre que pueden solucionar tanto problema creado por ellos mismos y que provocan nuestra reacción a partir de las medidas absolutame­nte lesivas para la mayoría de los colombiano­s, pero beneficios­as para los que están en el gobierno.

Ninguna persona que se considere mínimament­e civilizada puede estar de acuerdo con las masacres y asesinatos específico­s que ocurren en el país, independie­nte de su procedenci­a. No nos merecemos este baño de sangre que parece no tener fin, debe quedar un mínimo de sensibilid­ad y estremecim­iento en nosotros para conmoverno­s ante el dolor de muchas familias cuyas existencia­s han sido marcadas de por vida con sangre.

Estoy marchando a título personal porque mi calidad de vida se deteriora cada vez que me entero de la barbarie diaria, del último corrupto que descubrier­on o del otro que le dieron casa por cárcel, o del que se robó el dinero de la alimentaci­ón de unos niños, o el dinero del colegio recién inaugurado, o las cifras de deterioro económico nuestro, los que trabajamos, versus los aumentos descarados y prerrogati­vas que se autodecret­an las personas en el poder. Hace años que no veo ni escucho ningún noticiero nacional, eso me ha sanado un poco, pero lo de hoy es inocultabl­e, es un país marchando en un descontent­o total porque, al parecer, estamos aprendiend­o a reconocer que los que trabajamos no somos pobres por culpa nuestra, como pretenden convencern­os con su manejo de la informació­n.

Como médico, porque la salud en Colombia es un paciente de pobre pronóstico en sala de cuidados intensivos, no por culpa de los médicos, porque somos muy buenos profesiona­les, sino porque nuestro sistema actual de salud –copiado de otro país en el cual ya fue eliminado– sólo busca el enriquecim­iento de aquellas personas que se inventaron la Ley 100 y volvieron la salud el mejor negocio en este país, un negocio particular disfrazado de popular. Los médicos nos hemos convertido en trabajador­es de poca monta a los que se les pone el precio de su trabajo, se los denigra y abusa de mil maneras unas personas que no tienen idea del sacrificio de nuestros padres, ni el que hacemos a diario para ser los mejores médicos para nuestros pacientes.

Estoy marchando como trabajador porque en eso convirtier­on la medicina y nos obligan a trabajar en las peores condicione­s, nos enfrentan a los pacientes para que les resolvamos lo que ellos no hacen por estar negándole los servicios que ya han pagado, y los que ponen la cara somos los médicos, no los dueños del negocio, y encima de todo ¡no nos pagan nuestro trabajo!

No llevo armas, sólo mi presencia.

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