Calma y claridad
Tras los últimos hechos –la muerte del joven Dilan Cruz y el fracaso del diálogo entre Duque y el comité del paro–, es necesario que impere la sensatez de todos y que haya más claridad en los objetivos del Gobierno.
Los acontecimientos en nuestro país se están produciendo de modo tan atropellado que resulta cada vez más difícil hacer una análisis sosegado de la situación. Sin embargo, dos hechos concretos –el fallecimiento del estudiante Dilan Cruz, herido por un agente del Esmad en las marchas del 21N, y el encuentro de ayer del presidente Duque con el comité del paro– merecen sendas reflexiones. Con respecto al joven Dilan, estamos no solo ante una tragedia mayúsula que ha segado una vida y desgarrado a una familia, sino ante un suceso de fuerte carga simbólica en una sociedad que se halla en máxima tensión. Por ello, además de expresar nuestra solidaridad con la familia de Dilan, deberíamos atender el llamado de su hermana Denis, que pidióalos colombianos que el trágico desenlace no conduzca a más violencia. Mantener la calma y no sucumbir a las pasiones es, sin duda, la mejor manera de honrar la memoria del malogrado muchacho. Más allá, por supuesto, de la exigencia de una investigación a fondo sobre la acción policial que condujo a su prematura muerte. Mientras ayer se producían diversas marchas en el país por este deceso, Duque proseguía su ‘Conversación Nacional’, el diálogo con la sociedad que anunció el viernes en medio de las protestas y disturbios que siguieron al paro.
Tal como hemos subrayado en editoriales previos, consideramos un acierto la decisión de Duque de reaccionar a tan explosiva coyuntura con una actitud dialogante, pese a las presiones de ciertos sectores –a su izquierda y su derecha– para desquiciar la situación. Sin embargo, es necesaria una mayor claridad sobre la naturaleza de la Conversación, porque su incipiente desarrollo está causando no poca confusión en la ciudadanía. A muchos sorprendió, por ejemplo, que, justo el día en que recibía al comité del paro, las noticias daban cuenta de la creación del ‘holding’ financiero del Estado y la radicación de la reforma tributaria, dos de los temas que motivaron la protesta del 21N. No parecía el momento más oportuno, pese a que, en el caso del segundo proyecto, Duque anunciara cuatro cambios de positivo alcance social. Además, desde el Gobierno se enviaron mensajes contradictorios de si el encuentro de ayer del mandatario con congresistas formaba o no parte de la Conversación. Como se preveía, no terminó nada bien el encuentro con el comité del paro, que, en una decisión cuando menos riesgosa –para su propia estrategia reivindicativa y para el clima social del país–, llamó a una nueva movilización para hoy. Nosotros seguimos creyendo que, en estas horas amargas, lo que se impone es la sensatez y la serenidad de todos. Y, no menos importante, una mayor claridad en los objetivos del Gobierno.
Es un acierto la decisión de Duque de reaccionar a tan explosiva coyuntura con una actitud dialogante. Pero el incipiente desarrollo de su Conversación Nacional está provocando no poca confusión en la ciudadanía.