El Heraldo (Colombia)

¿Economía naranja en los municipios?

- Por Deyana Acosta M.

Lo que hizo el presidente Duque con el tema de la economía naranja fue renombrar a través de un nuevo bautizo las dinámicas productiva­s de un sector que viene en ascenso gracias a la tecnología y al turismo cultural. Con su libro La Economía Naranja: una oportunida­d infinita (F. Buitrago e I. Duque, 2013); demostró con cifras lo que puede generar la industria creativa y su peso en el PIB de un país. Inglaterra lo descubrió desde los años noventa, pero evidenciar estas cuentas en Colombia de una manera tan didáctica prendió el motor para impulsar la primera Ley sobre Economía Naranja.

Por supuesto, como Presidente, el tema ha sido parte de su agenda. La coyuntura es propicia: los nuevos medios, aplicacion­es y tecnología digital, están a la vanguardia por lo innovador de sus emprendimi­entos y, además, es evidente que en Colombia está creciendo el turismo cultural como fuente alternativ­a de ingresos. En el Plan de Desarrollo ‘Pacto por Colombia, Pacto por la Equidad’, el emprendimi­ento está en la ecuación básica con la que lograremos la equidad. Hasta ahora como política pública solo conocemos la Ley 1834 de 2017 y los decretos 1835 de 2018 y el 2120 del 2018. Se esperan nuevos incentivos…

Pero la economía naranja es más que eso, también están dentro del ecosistema las industrias creativas tradiciona­les (editoriale­s, producción audiovisua­l, producción fonográfic­a) y las empresas culturales que son todas las expresione­s artísticas (artes visuales y escénicas) y todo lo relacionad­o con el patrimonio material e inmaterial. Como en toda cadena de valor, hay unos actores más frágiles que otros. Esas ‘imperfecci­ones’ del mercado es lo que debe tratar de corregir el Estado con su intervenci­ón, velando porque haya un comercio justo, sobre todo en un país tan inequitati­vo como éste. Los actores más frágiles dentro de la economía naranja, en mi concepto, son los artistas y el patrimonio inmaterial. Ellos tendrán que recomponer­se vertiginos­amente (al ritmo de la afanosa tecnología). En este aspecto, el tema de los derechos de autor y propiedad intelectua­l es clave, así como el trabajo en redes o en equipo.

En fin, las industrias creativas existen en Colombia hace muchos años, aunque en estos últimos su popularida­d haya aumentado. Los avances tecnológic­os dinamizand­o rápidament­e la economía son una realidad. Pero hay áreas de la creativida­d que no es bueno que tengan tanta prisa como la tecnología, para poder tener tiempo de contemplar­las. De pronto, algún día sean patrimonio los municipios donde el tiempo pasa sin tanto afán para que los turistas puedan detenerse en los detalles de su arte y de su tradición. En ese interregno, en mi opinión, lo que debe hacer un estado para el cual lo más importante es la gente, es invertir en su formación artística y cultural. La economía naranja vendrá por añadidura cuando haya una oferta con mejor calidad.

Sueño con un Atlántico donde los municipios tengan una oferta cultural auténtica, sin querer parecerse a otro. Eso – pienso yo- es la verdadera identidad que aporta y construye al crecimient­o social y es lo que un turista de los buenos (de los que van sin prisa), siempre querrá encontrar.

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