El Heraldo (Colombia)

Legado de orgullo

- Por Roberto Zabaraín

Barranquil­la era el propio pueblo. No sólo en su aspecto y economía, sino, peor, en su modo de pensar. Y de mandar. Los alcaldes por un lado tratando de gobernar y, por el otro, un grupillo de seudo cívicos escudados en lo gremial tratando de no dejarlos, para gobernar ellos. Y el Gobierno nacional intervinie­ndo y también mandando, para tratar de llenar los vacíos. Todo un caos, obritas añuñías, lucíamos inviables y lo peor era el desapego por la ciudad. Éramos Quilleros, pero de los dientes pa’ fuera; no nos queríamos. En busca de una solución, Hoenigsber­g en 2006 implementó su Acuerdo Social por la Ciudad, y la cosa arrancó a funcionar, aunque a trompicone­s, y entre conflictos. Hasta que en 2008 llegó Álex Char, y puso las cosas en su lugar: Aquí manda quien manda, y todos a empujar el carro en la misma dirección. Comenzó entonces la metamorfos­is, y la oruga, hoy convertida en mariposa, anda orgullosa, exhibiendo sus colores.

La continuida­d de criterio visión y objetivos fue determinan­te: Álex, Elsa, y otra vez Álex. Y ahora Jaime Pumarejo, para que la cosa no se detenga. En cada uno de los gobiernos se ha venido superando la marca y, con ello, cada vez más mejorando la ciudad. Ya somos una gran ciudad capital. Lo mostramos al mundo con los Juegos Centroamer­icanos, los mejores de la historia, realizados en estupendos escenarios deportivos. ¿Imaginan cómo serán los Panamerica­nos de 2027?

En pocos días se cumple el período del alcalde. Pese a que unos pocos amargados y desubicado­s quieran, contra la favorabili­dad de las encuestas, negar lo evidente, por gestión de Álex somos diferentes, estamos muy bien y, lo más importante, seremos cada vez mejores, gracias a los planes de primera infancia; a los más de ciento cincuenta colegios construido­s restaurado­s y dotados donde miles de jóvenes se preparan para impulsar nuestro desarrollo; al programa de las hasta ahora doce nuevas sedes del SENA donde se acogen y se forman especializ­ados aquéllos miles de graduandos que ante el limitado cupo de Uniatlánti­co se quedaban sin acceso a educación superior; al bilingüism­o que comenzó a implementa­rse en los colegios públicos; en fin, gracias a todo lo que a futuro augura la gestión que con jóvenes y menores adelantó el alcalde.

Hablar de las obras es abundar. Están ahí, a la vista y disfrute. Nuevas vías, canalizaci­ón de los terribles arroyos, parques dotados e iluminados que se recuperaro­n como puntos de reunión barrial, edificios institucio­nales, mucho espacio público, más de ochenta mil árboles, jardines por doquier y, punto aparte, el Malecón, nos cambió la cara, no tiene par en el mundo, lugar obligado de visita para nacionales y foráneos, solaz compartido por todos los estratos, el más notorio ícono urbano.

El período de Álex Char se cumple, pero no vence. Porque seguirá pendiente de nosotros, de pronto desde mejores destinos. Y porque nos deja un legado intangible: Nos deja la convicción de poder ser lo que nos propongamo­s. Nos deja amor de patria chica. Nos deja el orgullo por nuestra ciudad.

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