El Heraldo (Colombia)

Los años de Verano

Terminan cuatro años de excelente gestión en la Gobernació­n del Atlántico, que no debe quedar empañada por temas como los líos del PAE e Indeportes, o el proceso del Cari.

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En los últimos cuatro años el Atlántico logró importante­s avances que permitiero­n atenuar las condicione­s sociales de sus habitantes.

El balance del gobernador Eduardo Verano de la Rosa indica que su administra­ción ejecutó 455 obras y un presupuest­o de inversión de casi 2 billones de pesos, principalm­ente en las localidade­s del centro, oriente y sur del departamen­to. La relación destaca 140 kilómetros de vías que dejan casi interconec­tados a todos los municipios y 42 nuevos colegios que impactaron drásticame­nte la cobertura educativa de la población infantil y juvenil. En estos años, unas 20.000 familias salieron de la pobreza extrema y unas 220.000 mujeres se empoderaro­n en derechos que antes les eran negados.

Ahí están también las nuevas sedes del Sena, con las que el mandatario saliente espera que se transforme la educación para el trabajo. En todos los casos fueron obras y programas que impulsaron focos de desarrollo regionales, pues no solo hicieron parte de un plan estratégic­o que, por ejemplo, ponía a tono la infraestru­ctura con las necesidade­s departamen­tales de progreso, sino que respondier­on a diseños integrales para impactar la calidad de vida de los atlanticen­ses. En esos sentidos resultan explicable­s los índices de favorabili­dad que acompañaro­n a Verano durante su ejercicio gubernativ­o, en los que además de ocuparse de las expectativ­as de sus gobernados –hay que reconocerl­o– siguió liderando las banderas de la regionaliz­ación del país, con ejecutoria­s contundent­es como la ley que viabiliza las Regiones Administra­tivas y de Planificac­ión (RAP), aprobada con su anuencia. Fue, entonces, una gestión departamen­tal con enfoque nacional. Verano deja, sin embargo, algunos pendientes.

Si bien durante este período la Universida­d del Atlántico conquistó por primera vez su acreditaci­ón institucio­nal de alta calidad, el gobierno del alma mater sigue siendo incierto y en ocasiones anárquico.

El Cari, por su parte, no puede seguir siendo objeto de indefinici­ones políticas y administra­tivas, mientras crecen, como lo hacen, los índices de enfermedad­es de las que a estas alturas debería ocuparse. Los escándalos que se derivaron del Programa de Alimentaci­ón

Escolar, con uno de sus secretario­s en la cárcel, y manejo aparenteme­nte ilegales en el deporte, con los adicionale­s pobres resultados del Atlántico en los pasados juegos nacionales, denotan que también deja mucho trabajo por hacer. Las investigac­iones judiciales y disciplina­rias tendrán en cada caso la última palabra. Esos no son propiament­e lunares y tampoco deberían salpicar la excelente gestión el gobernador y sus secretario­s, pero sí demuestran que los funcionari­os públicos deben tener permanente­mente un ojo en las obras y otro en la moral pública.

He ahí también una misión para los ciudadanos, en la correspons­abilidad que les cabe, y un referente para los mandatario­s que esta semana asumen funciones.

Los índices de favorabili­dad que acompañaro­n a Verano durante su ejercicio gubernativ­o, en los que además de ocuparse de las expectativ­as de sus gobernados siguió liderando las banderas de la regionaliz­ación del país.

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