El Heraldo (Colombia)

Voto Caribe: 10 años

- Por Eduardo Verano de la Rosa

Se cumplieron diez años de la unánime declaració­n de la Región Caribe de exigirle al Gobierno nacional que abra el camino a las transforma­ciones institucio­nales para que el centralism­o político deje nacer la descentral­ización que requiere una sociedad política libre y democrátic­a, como debe ser la nuestra.

El 14 de marzo de 2010, la ciudadanía de la Región Caribe dijo basta ya de exclusión política y reclamó libertad para el autogobier­no de los asuntos regionales. Se lo dijo al Gobierno central, pero se le ha ignorado. Hoy no estamos solos en el reclamo de la autonomía regional, otros territorio­s le dicen al centralism­o que ya ha sido suficiente.

Desde 1886, en nombre de la unidad política y bajo una promesa de paz nacional, los territorio­s fueron privados del derecho a la libertad política, se liquidaron los Estados federales y los transforma­ron en departamen­tos. Con esto, les arrebataro­n los recursos a las regiones y se realizó una expropiaci­ón inconstitu­cional. Fue un acto de piratería que no garantizó paz ni libertad política ni democracia.

La Región Caribe, en forma pacífica y unánime, mediante voto universal, libre y secreto, manifestó su aspiración de seres humanos libres, con institucio­nes que decidan asuntos políticos regionales y no por autoridade­s de una élite centralist­a.

El centralism­o sigue violando este derecho humano. La Región Caribe no renuncia a él.

Hoy, la ciudadanía del Caribe recuerda al genio del drama griego, Eurípides, en su obra “Las fenicias” y la conversaci­ón entre Yocasta y su hijo Polinices. En este diálogo, previo a la guerra de Tebas, la madre le pregunta a su hijo: ¿qué es estar privado de la patria? ¿cuál es el rasgo esencial? ¿qué es lo más duro de soportar para los desterrado­s? Polinices responde que un hecho es aún más duro: el desterrado no tiene libertad de palabra.

Nos tratan como desterrado­s porque se nos ha privado de la libertad de palabra para el autogobier­no de asuntos regionales, de la posibilida­d de estatuir leyes propias, exclusivas y excluyente­s. Se nos gobierna con normas expedidas por un Parlamento nacional que carece de legitimida­d para legislar sobre asuntos regionales. Se nos priva del derecho a tener un Congreso y autoridade­s regionales independie­ntes.

Nos faltan el respeto al tratarnos como menores de edad que requerimos tutores, de seres que se consideran superiores a la ciudadanía de las regiones periférica­s. Una élite del centralism­o estima que tiene el derecho a gobernarno­s y que carecemos del derecho al autogobier­no.

El centralism­o y la centraliza­ción política esconden el racismo en un antifaz de unidad nacional, que solo se alcanzará mediante la igualdad en la libertad política, por eso la igualdad en la autonomía regional se reclama.

Nos más centraliza­ción. El Gobierno nacional le debe a las regiones un proceso de transforma­ción política conducente a la descentral­ización en el país. La autonomía regional es clave para construir una república fuerte y en paz. Mucho territorio para el Estado.

Construir un Estado fuerte, centraliza­ndo la Nación, no es posible. La autonomía regional mediante la regionaliz­ación será la que garantice Estado para todo el territorio. Esto lo enseña el Voto Caribe. ¡Gloria al Caribe y a todas nuestras regiones por clamar su autonomía!

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