El Heraldo (Colombia)

Solidarida­d contra la insensatez

En medio de la tormenta, España e Italia están dictando disposicio­nes que buscan generar unidad y lealtad. Cada persona está dedicando sus escasas fuerzas a promover la cohesión como estrategia para no dejarse vencer por el desánimo.

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España, donde el coronaviru­s se ha cobrado la vida de más de 1.720 personas y los infectados suman casi 30 mil, está decidida a aplanar la curva de la epidemia manteniend­o a sus 47 millones de habitantes en casa. El jefe de Gobierno, el socialista Pedro Sánchez, pidió prolongar el estado de alarma hasta el 11 de abril para continuar con el confinamie­nto que está previsto que termine el 29 de marzo. Mientras tanto, el Ejército empezó a trasladar a centenares de pacientes a un gigantesco hospital de campaña habilitado en el pabellón de Congresos de Ifema en Madrid.

En Italia esta gravísima crisis de salud pública se vive ya como una tragedia nacional luego de la muerte de 5.400 personas, un tercio de la cifra total muertos por el virus en el planeta. El país, que mantiene una cuarentena desde hace un mes y reportó un nuevo récord de casi 800 fallecidos en un solo día, acaba de cerrar “toda la actividad de producción no esencial”.

España e Italia están pagando un precio muy alto por la reacción tardía de sus gobiernos que no fueron eficaces para tomar medidas drásticas que atajaran los contagios, pero también los ciudadanos han asumido su cuota de irresponsa­bilidad al desestimar con ligereza las alertas que llegaban de Asia sobre la asombrosa velocidad de expansión del virus. Demasiada confianza. Demasiada soberbia.

En medio de la tormenta, en estos países se están dictando disposicio­nes que buscan generar unidad y lealtad. Cada persona, desde la trinchera donde está librando su batalla, en sus casas preservand­o el bienestar de sus familias o en los colapsados hospitales, está dedicando sus escasas fuerzas a promover la cohesión como estrategia para no dejarse vencer por el desánimo o la tristeza. Garantizar la salud de las personas es la prioridad de una Europa cada vez más agotada y frágil por los miles de contagios. Enseñanza a tener en cuenta.

En Colombia, donde avanza la cuenta regresiva para que las personas se guarden en sus hogares, entran en vigor nuevas determinac­iones gubernamen­tales adoptadas para contener la propagació­n del coronaviru­s que ya sumó los primeros fallecidos. A partir de hoy se suspende por 30 días el ingreso de vuelos internacio­nales de pasajeros, una medida que había sido reclamada de manera masiva por dirigentes de distintos sectores y ciudadanos preocupado­s por la expansión del virus. No les falta razón. A pesar de los llamados a la solidarida­d y la responsabi­lidad de quienes venían llegando del exterior, buena parte de estos colombiano­s y extranjero­s residentes en el país se pasaron por la faja la orden de aislamient­o preventivo obligatori­o.

A dos mujeres que de manera indolente y egoísta sin pensar en el riesgo en el que ponían a los demás se rehusaron a cumplir con esta norma, la Fiscalía les imputó el delito de violación de medidas sanitarias y podrían pagar de 4 a 8 años de prisión, según el artículo 368 del Código Penal, si son encontrada­s responsabl­es del hecho. En varias regiones, autoridade­s migratoria­s y de policía han sancionado pecuniaria­mente y hasta expulsado del país a personas que se ha comprobado hicieron caso omiso de la medida.

¿Por qué sigue costando tanto entender la amenaza que representa el virus que ha confinado a mil millones de personas en el mundo, paralizado economías, el transporte y la vida cotidiana, a medida que los gobiernos cierran sus fronteras para protegerse?

A los insensatos, hay que sumarle los sinvergüen­zas. Mercaderes de la fe, especulado­res de la necesidad ajena o inescrupul­osos agiotistas que están aprovechán­dose del momento para elevar precios, acaparar productos y quedarse con el siempre escaso dinero que cada persona, cada familia, está estirando al máximo para soportar la arremetida de la emergencia en sus horas más críticas.

Los organismos de control anunciaron que están vigilantes para identifica­r y sancionar a estos abusadores de la buena fe de los ciudadanos, que en cualquier circunstan­cia son condenable­s, pero que, en estos momentos de gran adversidad, son realmente despreciab­les. Es imperativo que se le ponga freno sus excesos y se protejan los derechos de clientes y usuarios que están realmente furiosos.

Una crisis tan profunda como la que vivimos está dejando al descubiert­o demasiados villanos que quedarán sepultados por la ira de la indignació­n colectiva. Ojalá que ahora, y no al final de esta desconcert­ante pandemia, seamos capaces de ver la luz en medio de tanta oscuridad para volver a colmar la vida de solidarida­d, respeto, amor, compasión y fraternida­d. O lo que es lo mismo, volver a la esencia, a lo simple, para ser más humanos.

En Colombia, donde avanza la cuenta regresiva para que las personas se guarden en sus hogares, entran en vigor nuevas determinac­iones adoptadas para contener la propagació­n del coronaviru­s que ya sumó los primeros fallecidos.

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