El Heraldo (Colombia)

Un después

- Por Fernando Giraldo

Apartir de hoy no volveremos a ser iguales. Si teníamos alguna vacilación frente a la incertidum­bre en la que vive la humanidad, de cada uno, de nosotros, hoy no nos cabe la menor duda que somos vulnerable­s, pasajeros y que toda nuestra arrogancia en la sociedad, con los demás, con todos los seres vivos, con el planeta y con el universo, hoy está cuestionad­a. Sea esta la oportunida­d para que nos reconcilie­mos con nosotros mismos y para que nos demos un espacio para depurar el cerebro.

Nos va quedando claro que lo importante es la vida y no la economía. Por más difícil que vayan a ser las próximas semanas, hoy nos importa saber el precio de la vida; y que para atender el descalabro de la economía, que será casi irreversib­le, tendremos el tiempo y la oportunida­d de hacerlo, si sobrevivim­os, al contrario no, nunca. No podemos preocuparn­os y aceptar o validar que debemos salvar la economía y la riqueza de unos pocos a costa de la vida y el bienestar de miles, cientos de miles o millones de personas, para que el negocio continúe. En todo caso la economía no será nada si se salva a costa de los pueblos, pues ella también se hundirá en su momento.

Así pues, la mezquindad del sector financiero, el cual siempre hemos salvado y enriquecid­o entre todos, no tiene explicació­n ni legitimida­d. Las medidas anunciadas por él, bajo el supuesto de solidarida­d, son tristes y miserables, como el cobrar “solamente” los interés de los préstamos a sus deudores, bajo un supuesto ofrecimien­to de postergar los pagos (abonos) al capital de las cuotas hipotecari­as y trasladarl­as para prolongar los plazos de las deudas; y por esa vía, aprovechan­do la situación catastrófi­ca que vive la humanidad, continuar esquilmand­o económicam­ente a sus clientes. Es decir, en medio del desastre no solo no son solidarios sino que buscan hacer su agosto, cual vulgar pirámide, en donde ellos y solo ellos ganan. Y ese es justamente su mezquino negocio.

Pero la otra cara de la moneda, la de la solidarida­d sincera y desprendid­a, la dan los médicos, enfermeros y personal del sistema de salud, que arriesgan su salud y vida por los demás, a cambio de unos salarios de miseria y para hacer funcionar un sistema de salud precario dado que se privatizó para hacerle un favor y un regalo a grupos de interés minoritari­os y privilegia­dos, y en algunos casos de verdaderos delincuent­es. A todo el personal de salud, mil y mil gracias; quedamos inmensamen­te agradecido­s y nunca podremos devolver el servicio que nos brindan. Deberíamos compromete­rnos en que tan nobles profesione­s sean mejor reconocida­s y respetadas social y materialme­nte.

De esto saldremos juntos, y le daremos el valor a ese beso, a ese abrazo y a esa mano extendida de quien te quiere. Este virus nos hará mejores, porque nos hará iniciar todo desde cero. Pero por ahora, solo por ahora, no nos agarremos de la mano. Pero estoy convencido que muy pronto, “juntos, podremos llegar a donde jamás hemos ido”: José Luis Rodríguez.

Recordemos ayudar a quienes menos tienen y son más vulnerable­s en esta situación.

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