¿Congreso virtual o presencial?
N medio de este complejo escenario de la pandemia insistir en una operación, a todas luces, riesgosamente realizable, podría llevar a que el remedio resultara peor que la enfermedad.
Contra viento y marea, un grupo de congresistas está presionando para que en el Legislativo las sesiones, hasta ahora virtuales debido a la emergencia sanitaria por la COVID -19, se realicen presencialmente. A los parlamentarios les asisten razones legítimas, según sus criterios, pero en medio de este complejo escenario de la pandemia insistir en una operación, a todas luces, riesgosamente realizable, podría llevar a que el remedio resultara peor que la enfermedad.
¿Quién y cómo garantizará el desplazamiento de los 108 senadores y 171 representantes a la Cámara, desde sus regiones donde la mayor parte se encuentra en sus hogares confinados, hasta la ciudad de Bogotá para iniciar sesiones presenciales a partir del lunes 18 de mayo como está previsto?
El presidente del Senado, Lidio García, dijo a EL HERALDO que solicitó al Gobierno nacional los medios para transportar, vía aérea, a los parlamentarios. Una logística de enorme envergadura, que supone elevados costos teniendo en cuenta que la operación aérea está restringida, exceptuando vuelos humanitarios y el transporte de bienes esenciales. Si las normas son para todos, especialmente para quienes deben dar ejemplo con el riguroso cumplimiento de las leyes y normas existentes, ¿por qué abrir los aeropuertos para facilitar el desplazamiento de los parlamentarios en aviones de la Fuerza Aérea, de Satena o en aeronaves privadas?
Incluso, si la financiación de estos vuelos los garantiza la Dirección Administrativa del Senado con sus propios recursos, ¿cómo y bajo qué condiciones se va a realizar su contratación, qué empresa los ejecutaría o es que esperan establecer un puente aéreo entre Bogotá y las distintas regiones del país para que cada martes los congresistas aterricen en la capital y se devuelvan los jueves como están acostumbrados?
Siempre podrán llegar a Bogotá por sus propios medios vía terrestre, pero la medida de ‘pico y curul’ con la que funcionaría el Congreso genera otras dudas. Excluyendo a los 8 senadores mayores de 70 años, que deben permanecer en casa hasta el 31 de mayo, y los 25 con enfermedades preexistentes, que podrían excusarse de no asistir por el mayor riesgo que afrontan, quedarían unos 75 que tendrían que rotarse para entrar al recinto porque en el país se mantiene la prohibición de reuniones de más de 50 personas. Deberán entonces permanecer en sus oficinas, atentos a las sesiones, siguiéndolas en los televisores o en sus computadores, turnándose para intervenir o para votar. Esta medida, que incluiría a unos y a otros no, podría generar incumplimientos – que de acuerdo con el régimen del Congreso – abriría la puerta a demandas de pérdida de investidura.
¿Cuántas personas podrán ingresar al Congreso, que sumando asesores, escoltas, personal administrativo, técnico y de servicios generales podría convertirse en una Torre de Babel? ¿A quién se le autorizará el acceso y a quién no? Ante los muy acertados cuestionamientos para que no se adquirieran los tapabocas N95, reservados para los profesionales de la salud, y como cada quien deberá llevar su propia protección, ¿cuáles son los protocolos de bioseguridad que se implementarán en la sede legislativa?
En un mes de sesiones no presenciales, cuatro proyectos han sido aprobados en la Cámara de Representantes, que está haciendo control político, tramitando iniciativas en riesgo de hundirse y votando a través de medios virtuales. Legislar y ofrecer resultados, bajo esta nueva modalidad, sí es posible.
Bancadas alternativas, el partido Conservador y senadores como Roy Barreras demandan que el control político a las medidas adoptadas por el Gobierno en medio de la emergencia se haga presencialmente. Estiman que se deben fijar límites al Ejecutivo y evitar el autoritarismo, y que eso solo se podrá hacer si están en un mismo espacio físico. Respetable reflexión, ¿responsable y acertada con la actual situación? Es lo que está por determinarse en medio de este amplio debate entre defensores y detractores de la virtualidad legislativa. Ahora bien, si la Corte Constitucional que debe revisar el decreto del Gobierno que dio vía libre a estas sesiones, trabaja virtualmente como lo están haciendo otras ramas del Poder Público, cuesta entender que el Congreso sea remiso en hacerlo.
¿Cuántas personas podrán ingresar al Congreso, que sumando asesores, escoltas, personal administrativo, técnico y de servicios generales podría convertirse en una Torre de Babel?